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Creí conveniente declarárselo cuando no contaba contigo, porque no se lo comieran algún día los ratones, o fuera a parar, andando el tiempo, a manos que no lo merecen; porque no tengo herederos forzosos ni otros parientes pobres que esos dos bandoleros de que me hablaste el otro día, y no son merecedores más que de un grillete, que no les faltará, si viven... Déjame que se me pase este golpe de tos, y que tome otro respiro. ¡Ay, trastajo, qué miseriuca somos a lo mejor!

823 Ahi dejé que los ratones comieran el guasquerío y como anda a su albedrío todo el que güerfano queda, alzando lo que era mío abandoné aquella cueva. 824 Supe después que esa tarde vino un pión y lo enterró; ninguno lo acompañó ni lo velaron siquiera; y al otro día amaneció con una mano dejuera.

Desnudos, sin otra concesión a la decencia que un blanco mandil, trabajaban cerca de las abiertas rejas, y aun así, su piel inflamada parecía liquidarse con la transpiración, y el sudor caía a gotas sobre la pasta, sin duda para que, cumpliéndose a medias la maldición bíblica, los parroquianos, ya que no con el sudor propio, se comieran el pan empapado en el ajeno.

Y mi papá recibe todos los años, de renta, más de doce sacos de harina, quince arrobas de manteca y dos cajas de azúcar de la Habana.... Porque mi papá es indiano, y trae todas las noches mucho dinero a casa, cuando viene de la tertulia, adonde va también el juez, el papá de ésta; y si no comieran tanta inmundicia algunas niñas zanguangas que yo , no estarían tan pringosas y tendrían mejor educación.

A bordo toda la tripulación estaba encantada de la bondadosa amenidad de donna Olimpia y más aún del regocijo de Teletusa, de sus danzas y cantares y hasta de sus frutas de sartén, hechas a veces con tal abundancia que había para que todos comieran.

Además fulminaron anatemas contra todos aquellos que comieran en compañía de israelitas, i contra los que permitieran que estos bendijesen los frutos que de arrojaban las tierras de los cristianos.

»¡Y todo ello porque comían muy despacio, y hablaban mientras comían y mientras descansaban entre servicio y servicio, creyendo las pobrecillas que cuanto más hablaran y más comieran, mejor se acomodaban a mis deseos; y a se me figuraba que por comer y por hablar ellas tanto, no corrían las horas lo que debían correr, y correrían indudablemente en cuanto cesaran aquella masticación inacabable y aquella charla insufrible!