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Reproducir aquí los apóstrofes que de su venerable boca echó D. Benigno al ver la matanza, las observaciones atinadísimas que hizo acerca de las justicias populares y del aborrecido imperio del vulgo, fuera imposible, sin dar a este relato dimensiones desproporcionadas.

El humo de los cigarros y el polvo de las pisadas formaban una nube azulada sobre las cabezas, que el sol doraba con sus rayos, al pasar por las altas vidrieras; la rueda era como la roca, contra la cual se estrellan las oleadas tempestuosas; allí los gritos eran más fuertes, los apóstrofes más rudos, la lucha más reñida, más desesperada, más implacable; los bastones, esgrimidos por brazos que la pasión enardecía hasta la epilepsia, se levantaban amenazadores.

Los pavos grandecitos se ponen las corbatas rojas y la monterilla, y se van al campo en manadas, sin juntarse con nadie más que con los de la familia, porque estos fatuos son muy linajudos, y andan á compás, gravemente, pronunciando palabrotas huecas y aun echando unos discursazos, como los de ciertos oradores, llenos de apóstrofes y epifonemas, pero sin pizca de sentido.

Se mostró impaciente, huraño, imperioso; armaba con la criada cada pelotera que la vajilla retemblaba con los apóstrofes; todo porque le había servido el almuerzo diez minutos más tarde de lo que le había ordenado, o no había podido llevarle el sombrero a planchar.

El doctor recordaba las declamaciones de muchos mitins obreros, á los que había asistido por curiosidad; los apóstrofes á los explotadores de las cantinas que engordan con los sudores del trabajador, que se redondean chupándoles la sangre; y se decía con gravedad: No; pues á éstos les luce poco la tal alimentación.

Desahogaba su ira en furibundos apóstrofes, anatemas y dicterios, golpeando la mesa, lívido y descompuesto, cuando sintióse ruido de pasos y apareció la fatídica estampa del mozo de la imprenta, que volvía en busca del comenzado fondo.

Escuchaba Feli el ruido de sus zapatos al caer, los crujidos del jergón, los suspiros y rezos del devoto al tenderse. Luego venían los gritos de la pesadilla, los apóstrofes al Malo, para que se alejase con sus carnales tentaciones. Feli se acostaba después de media noche, aguardando en la obscuridad la llegada de Isidro, creyendo que era él cada vez que sonaban pasos en la escalera.

Oíd, debíamos marcharnos y dejarle solo. Marenval, ¿por qué nos invitas á comer con personas que tienen conversaciones serias á los postres? preguntó la linda Lucía Pithiviers. Mira, ahí tienes á Tragomer, dijo Lorenza Margillier á Maugirón, que escuchaba impasible todos esos apóstrofes. Ahí tienes un guapo muchacho que no es fastidioso en la mesa. Solamente ha hablado para decir cosas agradables.

Allí nadie iba a misa, ni ayunaba, ni rezaba; no había bula, se comía carne los viernes y el padre toleraba los chistes impíos de Pepe. Estuvo a punto de descargar su indignación en apóstrofes violentos, de los que tantas veces oyó a los señores que frecuentaban la casa de don Tadeo; pero se limitó a mirar a su hermano con lástima, diciéndole: ¡Parecéis judíos! No concebía mayor insulto.

Poquísimas tragedias hay buenas: unas son idylios en coloquios bien escritos y bien versificados; otras disertaciones de política que infunden sueño, ó amplificaciones que cansan; otras desatinos de un energúmeno en estilo bárbaro, razones cortadas, apóstrofes interminables á los Dioses no sabiendo que decir á los hombres, falsas máxîmas, y lugares comunes hinchados.