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Se mataban entre ellos, siempre por asuntos de amor, pero el forastero era respetado, con el mismo escrúpulo tradicional que muestra el árabe por el hombre que pide hospitalidad bajo su tienda. El Cantó parecía avergonzado de que el señor mallorquín le hubiese sorprendido junto a su casa, en un terreno que era suyo. Balbuceaba excusas.

Se mataban fríamente hombres que no se habían visto nunca, que dejaban a sus espaldas un campo por cultivar y una familia abandonada; hermanos de dolor en la cadena del trabajo, sin otras diferencias que la lengua y la raza. En las noches de invierno, la gran muchedumbre de la miseria pululaba en las calles de las ciudades, sin pan y sin techo, como si estuviese en un desierto.

Teniendo la misma vida en todas sus partes, la herida, la mutilación, no le mataban: vivía y aun parece olvidaba la porción destruida. La vulnerabilidad del molusco centralizado es otra cosa. ¡Qué puerta se abre á la muerte! El incierto movimiento propio de la medusa y que en ocasiones casualmente podía ser su salvación, apenas lo tiene el molusco, á lo menos al principio.

En su ciego furor, degollaban á los recién nacidos y mataban las hembras preñadas. A menudo, sólo las matan para utilizar la piel, desperdiciando enormes cantidades de aceite. Tales carnicerías son una escuela detestable de ferocidad que deprava indignamente al hombre, estallando los más abominables instintos en medio de esa embriaguez de carniceros. ¡Vergüenza para la humana naturaleza!

Los partidarios de los Salcedo derrotaron a las tropas del obispo, librando mal herido el corregidor Peredo. En estos combates, hallándose los de Salcedo escasos de plomo, fundieron balas de plata. No se dirá que no mataban lujosamente. Así las cosas, aconteció en Lima la muerte de Santisteban, y la Real Audiencia asumió el poder.

Pero, obligados del esfuerzo del trozo vencedor que los cargó impetuosamente, tuvieron que ceder al órden y constancia de las tropas de Orellana, que empeñadas en la accion, mataban cuantos rebeldes se les oponian, hasta que amedrentados por el continuado fuego del fusil, se pusieron en desordenada fuga.

Pasaron adelante en busca de los que habian hecho aquel entierro, creyendo dar luego con ellos, y juntamente con tierra habitable; mas, aunque caminaron otras tres leguas, no hallaron rastro y se les acabó el bastimento. Quisieron los soldados cazar patos en las lagunas que se encontraban, y como era con bala, no mataban nada.

En la misma forma que se habia tratado, se ejecutó: entramos al pueblo, y dimos muerte á muchos indios, y los que creian escapar, huyendo, caian en manos de los Yapirús, que mataban la mayor parte: sus mugeres é hijos quedaron libres, porque los tenian escondidos en un gran bosque, una legua de allí.

Se mataban entre ellos, sin molestar al de fuera, porque le creían extraño a su vida, indiferente a sus pasiones. ¡Pero si el extranjero se mezclaba en sus asuntos, y además de extranjero... era mallorquín!... ¿Cuándo se había visto a gentes de otras tierras disputarles la novia a los ibicencos?... Don Jaime, ¡por su padre! ¡por su noble abuelo! Se lo rogaba Pep, que le conocía desde niño.

La gente indiana, luego como vido Que se iba este negocio aderezando En su pró, al encuentro han acudido, Y en breve á los Cristianos se acercando, Comienzan á prenderlos, y mataban A los que defenderse procuraban. Charruas es la gente que aquí habita, Que ha hecho grande estrago en los cristianos: Es gente muy cruel y muy maldita, Tambien ha hecho presa en luteranos.