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El público le acogía a su paso con sarcasmo o con un silencio desdeñoso. Nadie aplaudía. Saludó al presidente en medio de la indiferencia general y fue a refugiarse tras la barrera, como un escolar avergonzado de sus faltas.

Movido a la vez por un sentimiento de vergüenza y de gratitud, balbuceaba encendido el rostro: Señor, yo... yo bien quisiera darle las gracias como se merece... mas no encuentro palabras. Siéntome confundido y avergonzado de mis estúpidas desconfianzas... ¿Cómo podría yo demostrarle mi agradecimiento y merecer su perdón?...

Estaba profundamente avergonzado de aquella imbecilidad, estando bien seguro, por otra parte, de que la condesa no le temería ni le tendría la menor consideración, así que supiera que aquella arma no estaba en sus manos. Cuando la señora de Bruinsteen entró en la sala, vió que había lágrimas en los ojos del intendente. ¿Estáis llorando, Mathys? le preguntó asustada . ¿Qué ha sucedido?

»Partió el 6 de Octubre de Laredo para Medina de Pomar, acompañado del alcalde de Durango, de la Chancillería de Valladolid, con cinco alguaciles, disgustado y como avergonzado de verse entre tantas varas de justicia, que parecía le llevaban preso. No quería que le hablaran de negocios; huía de que le tocaran asuntos políticos, y mostraba no tener otro anhelo que sepultarse cuanto antes en Yuste.

El pobre Juan al lado de ella se mostraba como avergonzado. Huía de su presencia, no atreviéndose a mirarla. Si sus manos se rozaban, al levantar juntos las almohadas del señor Aubry, él palidecía de angustia, y, en el silencio de la alcoba, María Teresa sentía los latidos precipitados de aquel corazón sobre el cual, una noche, se había apoyado cariñosamente.

No pueden ustedes figurarse cómo se puso este hombre... Por poco le pega... No tanto, no tanto manifestó el conde sonriendo avergonzado. Me expresé con cierta viveza porque me enfadan siempre las injusticias. ¡Oh! Las exaltaciones en estos casos son sospechosas. Cuando no se siente interés por una persona se la defiende con menos calor... ¡Caramba! ¡Nunca le vi tan irritado!

Era una bellísima imágen, triste igualmente de espresion como todas las imágenes que hacen los filipinos, con un aire algo avergonzado, de como la había puesto el P. Cura tal vez. Delante venían algunos cantores, detrás algunos músicos y los correspondientes guardias civiles.

Si quería ser digno de ella, ¿no debía seguir su ejemplo?... A veces cerraba los ojos e inclinaba la frente, invadido por los recuerdos de sus buenas enseñanzas, casi avergonzado de haberlas olvidado un momento. Otras veces se rebelaba: ¡la vida no puede ser enteramente de amor!

Después de algunos episodios aparece Damasceno, despojado de todos sus bienes, y hasta de sus vestidos, y pidiendo hospitalidad. El compasivo pastor lo recibe entre sus servidores, y el extraviado joven, avergonzado de sus locuras, hace cuanto puede para borrarlas á fuerza de arrepentimiento, de trabajo y fidelidad.

Y los dos quedaron silenciosos frente a frente; él avergonzado, mirando al suelo; ella contemplándole con cierta indecisión. Me ha dado usted un susto que no se lo perdono dijo por fin: ¿A qué viene usted aquí?... Rafael no sabía qué contestar.