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¿Conmigo? exclamó el diplomático estupefacto y en tono de protesta. ¿A título de qué? A título de padre respondió fríamente el notario. Raúl paseó sus ojos extraviados del semblante impasible del uno a la bella y triste cara de la otra. Esto es una locura, dijo. El digno notario desdobló un papel amarillento con el sello de Inglaterra.

Ella se repetía continuamente que don Diego la cuidaba por deber o, mejor dicho, para descargo de su conciencia, que la amistad no entraba para nada en todas aquellas atenciones; que él desempeñaba fríamente el papel de buen marido; que amaba a otra mujer; que no se pertenecía y que había dejado su corazón en Francia.

Cuando el señor lo dice... repuse muy fríamente. Diga usted que ... Es una morena hasta allí..., con unos ojos como dos negros bozales..., ¡ham!, dispuestos a comérselo a uno... ¡Y unos andares..., que el suelo cruhe de gusto cuando se siente su taconeo!...¡Luego un arma que ni la de un violín... y más zentío que un miura!...

Al verte ahora, siento la misma curiosidad que ante uno de esos vestidos viejos que en otro tiempo fueron nuestra alegría. Veo fríamente los defectos, las ridiculeces de la moda pasada. Nuestra pasión murió porque debía morir. Tal vez fue un bien que huyeses. Para romper después, cuando yo me hubiese amoldado para siempre a tu cariño, mejor fue que lo hicieses en plena luna de miel.

¡Así le despedía, fríamente, como a un amigo importuno! ¡Y aquella mujer era la misma de Sevilla!... ¡Y le convidaba a almorzar con su amigo, para que éste se recrease examinándolo de cerca como un bicho raro!... ¡Maldita sea! El era muy hombre... Se acabó. No volvería a verla. En aquellos días recibió Gallardo varias cartas de don José y de Carmen.

Figúrese usted, don Luis, que en estos momentos fuese yo poderoso, y por conservar mis intereses engendrase un hijo. ¿No sería un atentado premeditado fríamente contra el porvenir...?

Levantó Felipe la cabeza al tiempo que lanzaba un profundo suspiro revelador de la existencia de su melancolía hasta en las cuestiones de propiedad, y dejó escapar una exclamación de sorpresa al ver a su antiguo amigo. ¡Cómo! ¿eres , querido Amaury? ¡Cuánto me alegro de tu venida! Amaury, al parecer insensible a tan calurosas demostraciones, le dijo fríamente: ¿Sabes a qué vengo aquí?

Si mis pecados necesitan sangre que los lave, más de dos azumbres de la que corre por mis venas he dejado yo en tierra de Francia; pero perdida en buena lucha y no friamente y gota á gota, como la derraman los penitentes sin más ni más. Pero ¿qué es eso, mocito? Estás más blanco que las famosas plumas del casco de Montclus, que nos servían para reconocerle y seguirle allá en Narbona. ¿Qué te pasa?

¿Pues no ha dicho que te perdona las faltas que has cometido? ¡Qué virtud! ¡Qué heroísmo cristiano! exclamó Elías. ¿No te anonadas? Pero, hombre, levántate: ¿qué haces ahí de rodillas? El joven se levantó, mientras Paz ponía fin á esta vehemente y conmovedora escena, diciendo fríamente y con desdén: "Vámonos". Prepárate á acompañar á estas señoras dijo Coletilla.

¿Quién me dice que usted no me engaña? Le creo capaz de todo para conseguir sus fines. ¿Cómo no habría yo sospechado ni visto nada de su intimidad? Tiene usted mucho interés en mentir para que le crea fácilmente. No se trata ya de discutir, dijo fríamente. Sepa usted que el mismo Jacobo me ha dado los detalles que acabo de contar.