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El mozo no las quiere dejar pasar; dice que sus billetes de ida y vuelta están caducos. Y ellas chillan, claman al Señor, se llevan las manos a la cabeza, y me miran a , como pidiendo mi intervención definitiva. ¡El tío jefe dice una de ellas nos vido montar en el tren el lunes! corrobora la otra , el tío jefe nos vido.

Y paššando Iešus de alli, vido

Salió pues de la selva Caravallo A la grita y estruendo que sonaba, Y vido que la gente de á caballo A gran priesa en las balsas se embarcaba. No curan ya mas tiempo de esperallo, Que de su vida ya no se esperaba, Teniendo por muy cierto que habia sido Cautivo de los indios, y comido.

Aunque es así que todo está sugeto Al divino juicio verdadero, Y aunque usó este nombre por respeto, Que vido cierta plata allí primero, Yo entiendo que ha de haber grande tesoro Algun tiempo de plata allí y de oro. La muerte pues de aqueste ya sabida, El gran Carlos envia al buen Gaboto, Con una flota al gusto proveida. Como hombre que lo entiende y que es piloto.

Como vido El Inglés, que piloto ya tenia A su gusto, y la tierra ha conocido, Y que tomarla bien le convenia, A su almirante Gallo ha cometido Con el piloto el caso; los dos fueron A Santos, y en el puerto se metieron.

El gobierno argentino le encargaba Quitándosele al pobre caballero: El cual como se vido descompuesto A Castilla se vino muy dispuesto.

Ya que Inca Yupanqui se vido Señor, en la órden y manera que ya la historia os ha contado, é que ya no tenia que entender en edificio de la ciudad, despues de se haber holgado con los suyos, mandó que todos los señores de la ciudad del Cuzco é los demás caciques y principales se juntasen en la plaza, los cuales ansí fueron juntos.

Si solo imaginar un sentenciado Que habia de morir al otro dia, Le hizo que el cabello sea tornado De negro, blanco, luego encanecìa: Quien se vido en la escala levantado, Y al verdugo que echarle ya queria, Diremos que ha probado el trago fuerte De la descomunal y cruda muerte. ¡O muerte, cuan amarga es tu memoria! Al hombre que en sus varios bienes fia, De Reyes, y no Reyes has victoria.

El otro que esperando habia quedado, Cargado de mugeres, como vido, El cielo todo andar alborotado, Camina el rio arriba, y ha tenido Ventura en se mudar; que haber tardado, La carga hubiera toda sumergido: Mas no pudiera ser, que en el Armada Jamas vide muger ser mal parada.

Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia que, después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho Panza, su escudero, pasaron aquellas razones que en el fin del capítulo veinte y uno quedan referidas, que don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados, como cuentas, en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos. Venían ansimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie; los de a caballo, con escopetas de rueda, y los de a pie, con dardos y espadas; y que así como Sancho Panza los vido, dijo: