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Y el enfurecido muchacho, dejando caer sus brazos como si los hubiera atacado la parálisis, se retiró tambaleándose y se tumbó deshecho en lágrimas a la entrada del molino.

¡Pero este Ramoncito qué genio tiene!... ¡Quién lo diría!... Vamos, Cobo, no le maree usted más, que puede ponerse malo. La compasión de las señoras le llegó al alma al enfurecido concejal. Callóse de pronto, y crujiendo los dientes de un modo lamentable, se encerró lo menos por una hora en un silencio digno y temeroso.

Así que la niña descalabrada en la alameda notó la presencia del perro entre sus implacables ofensoras, por los ladridos del uno y por los gritos de las otras, contuvo su llanto, y con íntima complacencia, se volvió para presenciar los destrozos que el enfurecido animal parecía estar haciendo en las ropas y pellejo de aquellas mal aconsejadas criaturas.

El huracan zumbaba sacudiendo las chimeneas y todo el arbolaje; la lluvia oscurecía el cielo; las olas venían como derrumbes á bañar todo el puente de cubierta; y el enorme buque, soltando fatigado sus negras bocanadas de humo, saltaba entre las concavidades de las ondas como un toro enfurecido por los golpes que en todas direcciones recibe.

Desde entonces se vió que el Cacho é Isquiña perdían el juego. Estaban desmoralizados. El Cacho se tiraba contra la pelota con ira, hacía una falta y se indignaba; pegaba con la cesta en la tierra enfurecido y echaba la culpa de todo a su zaguero. Zalacaín y el vasco francés, dueños de la situación, guardaban una serenidad completa, corrían elásticamente y reían.

El orgullo de Alicia, su ansia de dominación, le habían enfurecido en otro tiempo. Acostumbrado á proteger generosamente á las mujeres, pero sin someterse nunca á su voluntad, á considerarlas á todas como algo agradable é inferior, no podía transigir con este carácter soberbio. Eran los dos igualmente poderosos y triunfadores para llegar á tolerarse. ¡Pero ahora!...

El altar pagano se derrumba al hacer su confesión; el Demonio abandona el cuerpo de Aurelio, que cae de nuevo en tierra sin vida, y los sayones de Filipo, enfurecido, así como los de Cesarino, furioso al ver que desprecian su amor, se apoderan de Eugenia y de los demás cristianos para llevarlos al suplicio, y viéndose, á su desenlace, en la gloria á estos nuevos santos.

El fiero dragón se enrosca, los ciñe en negros dogales, el pecho para oprimirles y los pies por cautivarles. Que tal listón receloso dar hizo a Jarifa el padre para que hallase la muerte donde sus gustos buscase. Llega el rey enfurecido, vibrando el sangriento alfanje, y abrióle el pecho a Jarifa y el cuello dividió a Zaide.

No dijo más el Capellanet, pero Febrer adivinó las palabras que el buen payés debía haber lanzado contra él. Olvidaba, a impulsos de la cólera, su antiguo respeto; sentíase enfurecido por la perturbación que acarreaba a la familia con su presencia. El muchacho volvió a la alquería mascullando propósitos vengativos, jurándose no ir al Seminario, aunque ignoraba el modo de conseguirlo.

Nosotros no le hacíamos caso, seguíamos remando, y él, más enfurecido gritaba: ¡Ladrones! ¡Piratas! ¡Corsarios! Ojalá os muráis de repente. Entonces Zelayeta, que a veces tenía mala intención, le decía: Vamos a vender tu lancha. ¡Llora, Shacu! Y a él le entraba tal desesperación, que pateaba, tiraba el gorro rojo al suelo, y casi comenzaba a llorar de rabia.