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Tremendo es el elefante enfurecido, y por manso que sea en sus prisiones, siempre le llega, cuando calienta el sol mucho en abril, o cuando se cansa de su cadena, su hora de furor.

El condesito tomó un palo que frontero a la cama y en lugar medio oculto tenía, y esgrimiéndolo de un modo alarmante por las costillas del ayo, gritó: Canalla, pedantón... Si dices una palabra... no te dejaré un hueso en su lugar. Esto no puede tolerarse dijo D. Paco, no ya enfurecido sino lloroso . ¡Dios eterno, y , Virgen Santísima del Carmen, tened compasión de !

Cuando, al presentarse el mayordomo, vio que intentábamos forzar la puerta de la princesa, se puso enfurecido como jamás le he visto: con una cólera de cordero rabioso. Nos faltó al respeto, amenazándonos con llamar al comandante para que nos metiese en la barra. A me prometió cambiarme de camarote hoy mismo, para que no repita mis intentos.

En otros momentos gemía y se mordía las uñas, conteniendo su furor... Catalina, como se diese cuenta, con su instinto de mujer, que el mono nunca se atrevía a atacarla, continuaba el amaestramiento impávida y decidida... En un momento en que, después de varias equivocaciones del discípulo y de los consiguientes golpes de la maestra, Cónsul se clavaba las garras en los muslos para desahogar su furia, entró el sirviente con un plato en las manos... No bien lo vio, abalanzose el enfurecido animal sobre él como dispuesto a matarlo... Un grito a tiempo de Catalina lo contuvo, y el criado pudo retirarse bien librado, a costa de unos pocos rasguños.

Bebe una gota al borde de ese cáliz, Una gota no mas, y en raudo vuelo, Como si fueras á buscar tu cielo Vuelve á asilarte al seno maternal, Porque sinó de la pasion al soplo Desbordará un torrente enfurecido, Que arrastrará á las playas del olvido Tu vida y tu inocencia angelical.

Va Zadig á él, le desarma; y quando mas enfurecido el Egipcio se quiere tirar á él, le agarra, le aprieta entre sus brazos, le derriba por tierra, y poniéndole la espada al pecho, le quiere dexar la vida. Desatinado el Egipcio saca un puñal, y hiere á Zadig, quando vencedor este le perdonaba; y Zadig indignado le pasa con su espada el corazon.

Velázquez, enfurecido por la ironía de estas palabras, replicó riendo sarcásticamente: Anda con él, hija, y ten mucho cuidado de no caerte de simple. Más vale caerse de simple que de fanfarria dijo ella mirándole cara á cara. El majo se puso encendido hasta las orejas. ¿Cuánto vamos á apostar, niña, á que no te vas á casa tan sana como has venido?

Y yo le prometí en su lecho de muerte a Burton Blair defender y proteger los intereses de su hija le dije, en una voz tranquila y fría. ¿Puedo, entonces, preguntarle, ya que tratamos el asunto, si abriga usted intenciones matrimoniales respecto a ella? No, no debe usted preguntarme nada de eso grité enfurecido. Su pregunta es una injuriosa impertinencia, señor.

Lo importante era instalarse en ella, ¡y que se atreviese alguien á tocar lo suyo!... El senador miró con asombro á este burgués enfurecido por el sentimiento de la posesión. Se acordó de los mercaderes árabes, humildes y pacíficos ordinariamente, que pelean y mueren como fieras cuando los beduínos ladrones quieren apoderarse de sus géneros.

Eran los camarotes de las francesas, señoritas ordenadas y de buenas costumbres, que se acostaron sin presenciar el baile y estaban durmiendo con la honrada tranquilidad de un industrial en vacaciones. «Cien marcos», proponía uno. «Quinientos cincuenta», insinuaba otro, enfurecido por el silencio. «Mil... Dos mil...» Los dejamos soltando cifras ante las puertas obscuras e inmóviles.