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Actualizado: 24 de junio de 2025
«Flora aborrece el mar,» dícennos. Lo que aborrece es la negligencia del hombre. Desde aquí estoy viendo Etretat, y ante un mar muy enfurecido, en lo más elevado de la costa brava, expuesta á la furia de los vientos, una granja con un vergel y árboles admirables. ¿Qué precauciones han tomado sus dueños?
Llora si quieres; pero no como lloran las mujeres, lágrimas de dolor, llanto sublime que al correr de los ojos nos redime; llora como el león enfurecido que mezcla a los sollozos el rugido; llora al romperse el nacional poema, mientras entonas funerario canto, poniendo en los raudales de tu llanto lágrimas de plegaria y de anatema. .................................. Esa enemiga raza americana te debe su existencia; de tu inmenso valor y de tu ciencia por ella hiciste espléndido derroche, y apareció en la luz de la mañana de entre las sombras de la obscura noche.
Paseábase en tanto Zadig por los jardines que ornaban las inmediaciones del lugar, quando á corta distancia del camino real vió una muger llorando, que invocaba cielos y tierra en su auxîlio, y un hombre enfurecido en seguimiento suyo. Alcanzábala ya; abrazaba ella sus rodillas, y el hombre la cargaba de golpes y denuestos.
De repente pasaba rozándose casi un tren en sentido contrario que, como un dragon enfurecido, lanzaba su aliento de fuego y de vapor para desaparecer al mismo instante. Nada mas fantástico que uno de esos cruzamientos de trenes, sobre todo bajo la bóveda sombría de un túnel, donde el silbido de la locomotiva parece un grito de muerte ó de agonía suprema.
Después que recobró el conocimiento dijo los motivos que había tenido para arrojarse al estanque. Debía tres duros al joven que le perseguía; no podía pagárselos, y aquél, enfurecido, salió de la tienda para pegarle. En parte por miedo y en parte por desesperación había querido matarse. El hortera, a quien los guardas del Retiro habían detenido, no negó lo que su deudor decía.
Se sacude la pata contra el tronco más fuerte, sin que el cazador se le ruede, porque se le corre adentro y no hace más que magullarle las manos. ¡Pero se caerá por fin, y de una colmillada va a morir el cazador! Saca su cuchillo, y se lo clava en la pata. La sangre corre a chorros, y el animal enfurecido, aplastando el matorral, va al río, al río de agua que cura.
Palabra del Dia
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