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En los tres descansos se veían jardinillos bastante descuidados, pero que tenían ese encanto misterioso y poético que la Naturaleza presta a los lugares que el hombre le abandona. Los arbustos habían crecido desmesuradamente y tejían sus ramas, formando bosquecillos impenetrables. Las flores eran escasas y crecían donde los arbustos no les quitaban la luz.

Ella, pues, ya por estar en la flor de su edad y en lo mejor de la juventud, ya por las sugestiones del demonio, se rindió, finalmente, á sus apetitos, viviendo peor que antes: porque es ordinario que sea más malo quien abandona la fe que quien jamás la ha profesado.

«No podemos llamar reaccionario en arte á Castillo escribe Sentenach antes bien, dejándonos arrastrar con las corrientes que se iniciaban, abandona el neo-clasicismo: pierde, inspirado por Herrera, algo de la tirante corrección greco-romana; observa la naturaleza y aunque con pocas fuerzas para elevarse á grandes alturas, desvía á sus discípulos de los senderos trillados y los encamina por el que ha de conducirlos á nuevas y encantadas regiones

Le declaro, pues, que si no pone fin a tal escándalo, tengo bastante influencia con el ministro de la casa del Rey para conseguir que sea usted despedida de la Opera. Si, por el contrario, abandona inmediatamente a mi sobrino, como quiera que el fin santifica los medios, le ofrezco dos mil luises y la absolución de sus faltas, etc., etc

García se abandona á la desesperación más violenta, cuando lo deja ese intruso desconocido. Opina, desde luego, que sólo la muerte de su querida é inocente Blanca, es el único medio de hacer vanos los propósitos del presunto Rey y salvar su honor. El amor y los celos traban, pues, en su pecho una batalla tremenda.

Dentro como fuera, cortinas, alfombras y muebles de laca, todo era blancura propia del nido virginal escogido para los dieciséis años de la exquisita y pura niña, objeto de tan tierna solicitud. ¡Querida Blanca! Pensar que nos abandona estas lindas cosas... murmuró Julieta llena de agradecimiento.

Aquel santo varon, de alma tan pura como la blanca nieve de sus canas, que al cabo de una vida de amargura, consumida en virtudes sobrehumanas, iba á llevar de Dios á la presencia cual la de un niño pura su conciencia, piensa profundamente que es esa dicha demasiado grande para poder lograrla fácilmente; y aún cuando su alma cándida le abona, y aunque la llama de la le escuda, siente que la esperanza le abandona nublada por las sombras de la duda.

El espíritu turbado abandona el palenque de la duda, y se refugia en los hechos que han precedido inmediatamente a la situación terrible. Espantose de no haber previsto lo que le pasaba, y comparo la serenidad de la mañana con el apuro y desasosiego de la tarde. ¡Qué lástima haber vivido aquel día!... ¡Qué lejos estaba de que iba a cometer barbaridad tan grande!

Don Juan de Aguilar, caballero sevillano, que en su viaje pasa cerca del lugar del desafío, oye ruido de armas, y abandona á su caballo, para poner paz entre los combatientes, si le es posible; pero llega tarde, y encuentra á Don Pedro bañado en su sangre, y ve huir al matador.

Don Manuel se abandona á la más sombría desesperación; la infeliz é inocente Leonor muestra en esta situación deplorable el amor y la abnegación que siente por su esposo, y los dolores del niño, próximo á espirar, aumentan los males de ambos. Después que la fantasía del poeta agota estas terribles escenas, nos ofrece á Leonor robada por los salvajes cafres, que atacan á los fugitivos.