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Esta civilización cristiana, que considera al hombre perdido desde el pecado original, en imperiosa necesidad de salvarse, incapaz de conducirse por mismo y necesitado de curatela, sucedió a la civilización greco-romana, imperando exclusivamente en el continente europeo hasta el siglo XVIII, en diversas formas, y en una de las peores fue importada al nuevo mundo por la España en el XV.

«No podemos llamar reaccionario en arte á Castillo escribe Sentenach antes bien, dejándonos arrastrar con las corrientes que se iniciaban, abandona el neo-clasicismo: pierde, inspirado por Herrera, algo de la tirante corrección greco-romana; observa la naturaleza y aunque con pocas fuerzas para elevarse á grandes alturas, desvía á sus discípulos de los senderos trillados y los encamina por el que ha de conducirlos á nuevas y encantadas regiones

Aquel día estaba más triste que nunca. Era de tarde: pasé por una plazuela irregular y solitaria, de esas que son la desesperación de los arquitectos modernos: a un lado muros de ladrillo, en los cuales, por la disposición de este material, se ha querido imitar una decoración greco-romana, con jambas, dentículas, capiteles, metopas y triglifos; a otro una pared sin puertas ni ventanas; luego un descomunal portalón, una esquina cargada de escudos, un farol, un santo, torres medio caídas y machones que se van a caer, una plazuela, en fin, de esas que nos salen al paso cuando visitamos cualquier vieja metrópoli, tal como Toledo, Granada, Valladolid, León, etc.

Una de ellas es gótica, otra greco-romana; mas producen ambas la misma impresion, admiran todas por la magestad de sus líneas y la grandiosidad de sus formas. Los reinos de Córdoba y Sevilla no son tan fecundos en obras monumentales como otras provincias; mas hasta en pueblos de segundo orden ofrecen páginas notables.

El portal de Belén era grandiosa fábrica greco-romana de corcho con sus columnas estriadas: dentro estaba el pesebre guarnecido de verdadera paja y sobre ella el Niño Jesús enteramente desnudo y boca arriba, a sus lados el buey y la mula esculpidos con rigidez hierática, y delante, colocados en adoración, San José con traje amarillo, y la Virgen con manto más brillante y rojo que un pimiento, ambas cabezas coronadas por descomunales resplandores en que se habían derrochado panes de oro.

Ya no es posible formarse una idea exacta del aspecto que presentaria esta cámara cuando acabó de decorarla al estilo africano el hagib Almanzor: una espesa capa de cal cubre y desfigura las labores de estuco pintado y dorado que convertian sus paredes en primorosa filigrana; su belleza, mejor apreciada en la edad de hierro de la reconquista, se oculta hoy olvidada y oscurecida despues de haber servido con brillantez á la primera catedral cristiana de Córdoba, que hizo de dicha cámara su rico vestíbulo; y la hermosa convertida, que halló gracia á los ojos del austero S. Fernando, no ha alcanzado piedad en nuestros dias de tolerancia y de indiferentismo, y ahí permanece arrinconada, vergonzante, cubierta de polvo, esperando el dia de su rehabilitacion, y dando gracias sin embargo á su nuevo dueño porque, aunque la tiene envuelta en una fria mortaja de yeso y cal, al menos no la ha mutilado y reducido á polvo para poner en su lugar una capilla churrigueresca ó greco-romana .

Habiendo de mencionar ahora las obras ejecutadas en el siglo XVII y primera mitad del XVIII en que terminan las fundaciones hechas en nuestra catedral, diremos antes en pocas palabras el carácter de la arquitectura en este período. Aquella severa grandiosidad, aquel purismo clásico que distinguia las construcciones de los restauradores de la arquitectura greco-romana, y que tanto agradaron durante el reinado de Felipe II y la mayor parte del de Felipe III, empezaron á abandonarse desde los primeros años del siglo XVII. Comenzaba desgraciadamente para España la época de su gran decadencia en política, en armas, en letras: ¿cómo no habia de languidecer un arte como la arquitectura que necesita mas que otro alguno para desarrollarse, la juventud, la energía y la vida de la inteligencia? Cuando declinan las ideas decaen necesariamente las formas: así el que quiera estudiar

La principal figura del grupo, y por serlo la he dejado para lo último, es nada menos que donna Olimpia de Belfiore, una de las más artísticas, hermosas, sabias y elocuentes mujeres, que ha producido Italia en nuestros días, en que renacen, más allí que en otras regiones, la antigua cultura greco-romana y las ciencias y artes de amor, de paz y de guerra.

Enrique Egas, el hijo del famoso Anequin Egas, maestro flamenco de la catedral de Toledo, y Pedro de Ibarra, arquitecto de un obispo de Salamanca, daban muestras evidentes de conocer la arquitectura greco-romana en insignes obras anteriores á la primer construccion francesa del nuevo estilo , en las cuales se advertia ya el principio de la escuela que estaban llamados á desarrollar con tanta gloria Pedro de Machuca, Alonso de Covarrubias, Diego Siloe y otros igualmente españoles: «un no qué, dice oportunamente Llaguno, parecido á las pequeñas nubes que en dia claro suelen anunciar la mutacion del tiempo