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Ninguno al morir es obligado á tomar la extremaunción ni á pagar al sacristán los clamores del tañer, ni á los cofrades los derechos del llevar, ni á cura el enterramiento, ni á frailes la misa cantada, ni á pobres el llevar de la cera, ni á ganapanes el abrir de la huesa, ni aun á comadre el coser de la mortaja, porque el triste y mal aventurado que allí muere, apenas ha dado á Dios el ánima, cuando arrojan á los peces el cuerpo.

Porque nunca faltó, de una banda o de la otra quien, por descuido, por desgracia o por necesidad, se viera cogido y sepultado en la montaña por una cellerisca de nieve; y eso que no se le regateaban los socorros, sin miedo a los ejemplos de muchos que allá se habían quedado con los socorridos, envueltos en una misma mortaja.

Si faltase azada, la cavaré con mis manos....Para la mortaja iré a pedir una limosna en la casa que fue mía, y si hallo la puerta cerrada la derribaré para que entres con tus hijos.... ¡Y el loco también! ¡Haré respetar mi voluntad! Los muertos serán sepultos y amparados los vivos. Se cumplirán todas las mandas que ordené.

Mientras mis ojos miran con asombro el cuadro deslumbrante de aquel suelo, el espíritu observa tristemente que esa grandeza no es más que una mortaja tropical. Así, Colombia se refugia en las alturas, lejos, muy lejos del mar y de la Europa, tras los riscos escarpados que dificultan el acceso y trata de hacer allí su centro de civilización.

Pero, sea en hora buena, vamos donde queréis, que ya me prometo salvaros de alguna peligrosa brujería. Ramiro y su compañero no pudieron dejar el palacio hasta las diez y media de la noche. El claro de luna cortaba a trechos, con blancuras de mortaja, la lobreguez de las calles, y, estampaba en el suelo de las plazoletas la sombra de las torres y las techumbres.

El Padre Arrigoitia y el médico Duhamel, de acuerdo con Miranda, y facultados telegráficamente por la desconsolada familia Gonzalvo, proporcionaron a la muerta cuanto necesitaba ya: mortaja y ataúd.

Tan luego espiró se le cubrió la cara con un pañuelo, se le entrelazaron las manos, poniendo en ellas un crucifijo, las campanas tocaron plegarias, y todos los individuos de la Orden Tercera, invadieron el cuarto, poniéndose á rezar, mientras los parientes más cercanos preparaban un hábito de San Francisco, mortaja con la que habían de vestir el inanimado cuerpo.

Pero luego, las propias sábanas de Holanda de mi lecho, tomaban ante mis ojos despavoridos los tonos lívidos de una mortaja; el agua perfumada en la que me bañaba se pegaba a mi piel, con la sensación espesa de sangre que se coagula; y los pechos desnudos de mis amantes, me llenaban de tristeza, como lápidas de mármol que encierran un cuerpo muerto. Después me asaltó una amargura mayor.

¿Acaso nacido de lo que acabamos de tratar? Precisamente de ello..., pero de su casta es. Pues venga el reparo. Si el matrimonio es la mortaja del amor, como has venido a decirme en substancia, y han dicho antes que muchos calaveras que se han casado en seguida, ¿por qué te casas en la forma que lo haces?

La bandera que les servía de ilustre mortaja parecía ponerles fuera de aquella esfera de responsabilidad, de mengua y desesperación en que todos nos encontrábamos. Nada les afectaba el peligro que corría la nave, porque ésta no era ya más que su ataúd.