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Una vez, hombre... anda. Lucía pidió casi de rodillas a Pilar que renunciase al peligroso goce que anhelaba. Era precisamente la ocasión más crítica; Duhamel esperaba que la Naturaleza, ayudada por el método, venciese en la lucha, y acaso quince días de voluntad y tesón decidiesen el triunfo. Pero no hubo medio de persuadir a la anémica.

De pronto el marido se encaró con el médico, y preguntándole broncamente: ¿Dice usted... que esa mujer está encinta? Lo ha dicho usted. Sim contestó Duhamel meneando la cabeza afirmativamente, con rítmica precisión. ¿De cuántos meses? Acrescento que de cuatro. O tempo justo que hará que se casó....

Perico no pudo menos de decirle sotto voce: ¿Bailas, eh? ¡Veremos mañana qué dice Duhamel!... Estará celestial, celestial. Mañana me escapo, me escapo. De fijo, revientas, revientas, revientas como un triquitraque. No lo creas. ¡Me siento tan bien! exclamó ella bebiéndose un vaso de grosella que le presentaba el hispanófilo Monsieur Anatole.

Las ballenas, que carecen de la vida fija de esos anfibios, van, sin embargo, de dos en dos en sus errantes paseos á través del Océano. Duhamel y Lacépède dicen que, en 1723, dos de estas ballenas que estaban heridas no se separaron nunca, y cuando estuvo muerta la una, la otra se abalanzó sobre su cuerpo lanzando horrorosos mugidos.

Pareció acertadísimo a todos el consejo del médico, y Lucía escribió, bajo el dictado de Pilar, una carta a Perico, encargándole estuviese de vuelta dentro de quince días justos, término fijado por Duhamel para cerrar su temporada de consulta en Vichy.

Duhamel le había notificado que el fin de Pilar era inminente, y Pilar, no sospechándolo en lo más mínimo, no daba indicios de querer disponer su alma para el terrible paso.

Encarose uno de estos tales con Miranda y mostrando el rostro atezado, que cruzaba un mediano chirlo, dijo en buen castellano: Fonda de la Alavesa, señores.... Se habla español... criados españoles también... se da cocido... calle de Saint Honoré, el sitio más céntrico.... Convendrá ir allí... dijo Duhamel tocando a Miranda en el brazo . En esa casa espanhoa atenderán más a la doente....

Lo que más le desagradó fue saber que en el baile había bebido dos o tres refrescos. Era Duhamel un vejezuelo chico y apergaminado, en quien la vida se refugiaba en los ojos relucientes y perspicaces. Pelicano y cejicano, lucía todos sus dientes, largos y rancios como teclas, con el frecuente sonreír.

Hallaron un grupo extraño: al pie de la cama en que yacía la muerta, una mujer tendía las mano s para amparar sus flancos y su seno de los golpes que le descargaba, a puño cerrado, un hombre.... Con vigor no presumible en su endeble cuerpo de cañaheja, interpúsose el Padre Arrigoitia, atrapando, si las crónicas no mienten, algún sopapo en la venerable tonsura; y a su vez Duhamel, emulando con científico valor el arresto del jesuita, cogió del brazo al furioso, logrando pararle.... Lástima grande que no fuese posible a ningún taquígrafo estenografiar el donoso y elocuente discurso que en chapurradísima ensalada franco-luso-brasileña dirigió el buen doctor a Miranda, con el fin de demostrarle cuán bárbaro y cruel era eso de aporrear a una menina que está en las circunstancias de Lucía.... Miranda oía con rostro cada vez más torvo, mientras el Padre Arrigoitia prodigaba a la maltratada mujer cuidados y consuelos afectuosísimos.

Vae cair doente... menos vigilias, menos fatigas, un somno regularizado.... Esta asistencia altera-lhe a sande. ¿Cree usted que se me pegará el mal de Pilar? preguntó Lucía con tan sereno acento, que Duhamel se la quedó mirando. No, no es eso.... El médico bajó la voz más aun, engolfándose con ella en larga y misteriosa plática.