United States or Belarus ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aprendían á coser, á bordar y á hacer calceta; muchas sabían de cocina; no pocas planchaban perfectamente; pero casi siempre se procuraba que no aprendiesen á escribir, y apenas se les enseñaba á leer de corrido en El Año Cristiano ó en algún otro libro devoto. Las chachas Victoria y Ramoncica se habían educado así.

Juanita no fue nunca a la miga, pero su madre le enseñó a coser y a bordar primorosamente; y el maestro de escuela, que le tomó mucho cariño, la enseñó a leer y a escribir gratis en sus ratos de ocio. Desde que tuvo nueve años, Juanita fue de grande auxilio a su madre, que hasta mucho más tarde no se dio el lujo de tener una sirvienta.

Después que cerraba el candado y se descuidaba, pensando que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco de costura, que muchas veces del un lado del fardel descosía y tornaba a coser, sangraba el avariento fardel, sacando no por tasa pan, mas buenos pedazos, torreznos y longaniza.

Ocurría, además, que Ramona tenía una afición desesperada a hacer media, y sólo haciendo media se entretenía, en cuanto no quedaba en la casa un suelo que bruñir, ni un átomo de polvo sobre un mueble, ni un trasto fuera de su sitio, ni un descosido sin coser, ni cosa alguna que trajinar, para los cuales menesteres era una pólvora por la actividad y un asombro por la limpieza.

Aunque así sea. No iría nadie, o, mejor dicho, irían muchos; pero no a aprender el inglés, sino a hacerle a usted el amor. Ella quedó pensativa. ¿Y si me pusiera a coser y a hacer trajes para las señoras? ¿Pero sabe usted algo de eso? No, pero aprenderé. Quizá fuera práctico. Yo le ofrecí pagarle todo lo que necesitara, aunque dudaba mucho del éxito.

Por lo demás Julî no tenía mucho que hacer; coser, rezar, acompañarla á misa, y ayunar de cuando en cuando por ella. La joven aceptó con lágrimas en los ojos, recibió el dinero prometiendo entrar al día siguiente, día de la Pascua, á su servicio.

Por una puerta entreabierta se veía la cocina, en la que había entrado su hermano para dar órdenes a una mujer vieja de aspecto tímido. En un rincón de la sala estaba enfundada una máquina de coser. Luna había visto trabajando en ella a su sobrina la última vez que pasó por la catedral.

«¿Ves? decía Emilia, riendo . Te manda que trabajes y me ayudes a coser en la máquina. Este Miquis es lo más salado... ¡Y qué razón tiene! Ocuparte en algo es lo que más te conviene. Cuando se pone la atención en cualquiera labor, no hay medio de pensar tonterías».

Déjese usted de sabidurías. Coser, planchar y espumar el puchero. No espumaré yo el tuyo, paleto. ¡Marquesa de pañuelo de hierbas! Sacamuelas». Los dos se echaron a reír. «No te quiero murmuró Isidora. Pues me echo a llorar. No te quiero ni pizca, ni esto. Pues yo te adoro. Mientras más me desdeñas, más me gustas.

Y si entonces no se creyó que iba a surgir de enmedio de la triunfante humanidad un ser exquisito y perfecto a quien llamásemos el superhombre, menos razón hay de creerlo ahora porque Renán escriba la novela sentimental titulada Vida de Jesús, porque haya ferrocarriles y alumbrado eléctrico, y porque se inventen las máquinas de coser y las bicicletas.