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Desengañado de estas altas sabidurías, y ansioso de todo lo que por ellas había despreciado, se diría que vuelve a él aquella parte más ruin de su alma, bajo la forma y con el ser de diablo. Esta inferioridad diabólica respecto a Fausto y respecto a los demás espíritus superiores, no se desmiente nunca.

Tomaremos el tren, y en el tren iremos hasta donde podamos dijo Celipín con generoso entusiasmo . Y después pediremos limosna hasta llegar a los Madriles del Rey de España; y una vez que estemos en los Madriles del Rey de España, te pondrás a servir en una casa de marqueses y condeses y yo en otra, y así mientras yo estudie podrás aprender muchas finuras. ¡Córcholis!, de todo lo que yo vaya aprendiendo te iré enseñando a ti un poquillo, un poquillo nada más, porque las mujeres no necesitan tantas sabidurías como nosotros los señores médicos.

Es la parte más bestial y terrena de dicha alma, la parte astuta y lista, que sirve para proporcionarse goces, riqueza, poder, autoridad e influjo en este mundo; parte que Fausto había descuidado y hasta atrofiado y desechado, a fin de entregarse a sus altas sabidurías.

Sus ojos pequeñitos, que a los más hermosos ganaban en elocuencia, parecían decir: ¿Pero a qué viene todas esas sabidurías, señor pedante? Aquí continuó Golfín, gozando extremadamente con aquel asunto, y dándole a pesar suyo un tono de tesis psicológica hay una cuestión principal y es.... La Nela le había adivinado y se cubrió el rostro con las manos.

En dos o tres días refrescó sus lecturas, rehízo su erudición descompuesta en los viajes y en la vida de libertino, y bien preparado acudió al torneo a que el otro le retaba con sabidurías de tercera mano, aprendidas en los libritos franceses de ciencia popular a treinta céntimos el tomo.

Amemos y sabremos lo que es el bien; aborrezcamos y sabremos lo que es el mal. Hagamos bien a los que nos aborrecen, y las espinas se nos volverán flores. Esto dijo el justo, esto digo yo... Sabiduría de sabidurías, y ciencia de ciencias». Sabidurías y armas al hombro gruñó Torquemada con abatimiento.

Ella les ponía por encima de todas las cosas, siempre que se avinieran a trabajar perpetuamente en las minas, a amasar en una sola artesa todos sus jornales, a obedecerla ciegamente y a no tener aspiraciones locas, ni afán de lucir galas, ni de casarse antes de tiempo, ni de aprender diabluras, ni de meterse en sabidurías, porque los pobres decía siempre habían de ser pobres y como pobres portarse, y no querer parlanchinear como los ricos y gente de la ciudad, que estaba toda comida de vicios y podrida de pecados.

Pero Ballester tomó una vara; se fue derecho a él, y arrebatándole el libro, le amenazó con castigarle. «Ea, dejémonos de sabidurías, que eso es lo que nos trastorna. ¿A ver qué es esto?... ¡Hombre, qué bonito!

Déjese usted de sabidurías. Coser, planchar y espumar el puchero. No espumaré yo el tuyo, paleto. ¡Marquesa de pañuelo de hierbas! Sacamuelas». Los dos se echaron a reír. «No te quiero murmuró Isidora. Pues me echo a llorar. No te quiero ni pizca, ni esto. Pues yo te adoro. Mientras más me desdeñas, más me gustas.

Para que haya un Régulo es menester que haya cartagineses; para que haya un sabio que beba tranquilo la cicuta es menester que haya jueces inicuos que por odio a sus discreciones y sabidurías le condenen a beberla, y para que haya mártires que se dejen desollar o que se dejen asar a fuego lento en unas parrillas es menester que haya tiranos tan empedernidos y atroces, que los manden desollar o asar porque no se prestan a adorar los ídolos o por otra tontería por el estilo.