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No dormía; no comía. Coma algo, siquiera un huevo pasado por agua le decía Telva, la sirvienta . Mire que ya está demasiado flaca, y si no come, los huesos le agujerearán la piel. Ojalá me la agujereen como criba y el alma se me salga como trigo pasado. ¿Para qué quiero el alma en el cuerpo? ¿Para qué me ha servido? ¿Quién ha querido comprarla, como buena simiente?

Ya es tarde y tengo que hacer un montón de cosas... Mi querida madrina: cuando no lleve este uniforme me será muy difícil visitarla. Además, abandonaré raras veces mi puesto. Prométame que me escribirá, que me permitirá continuar por carta la obra de su rehabilitación... Leonie lleva a Cirilo hasta el recibimiento; apenas cerrada la puerta, aparece la sirvienta. LEONIE. ¿Qué quieres...?

Pensó en las palabras de Dostojewsky, que hasta ese momento no había comprendido: "Nada hay más bello y que fortalezca más en la vida, que un puro recuerdo". Nébel lo había guardado, ese recuerdo sin mancha, pureza inmaculada de sus dieciocho años, y que ahora estaba allí, enfangado hasta el cáliz sobre una cama de sirvienta... Sintió entonces sobre su cuello dos lágrimas pesadas, silenciosas.

Las puertas de calle se abren pesadamente, dando paso a esa emanación peculiar que bien pudiera llamarse el regüeldo matinal de las casas, mientras la sirvienta que abrió la puerta, se alisa el despeinado cabello, como temerosa de que la sorprenda el lechero, el vigilante, el repartidor de pan o el mucamo de enfrente...

No estando aún levantada el ama de la casa, me instalé silenciosamente en el salón, mediante la complicidad de la sirvienta, y me entregué solitariamente á mi polvorienta tarea.

Bajó la escalera y entró en la sala, donde encontró a la sirvienta, la que le dijo que la señora estaba ya levantada e iba a bajar en seguida. Se dejó caer en una silla, angustiado de nuevo por sus terribles perplejidades. Todavía quedaba cierta duda en su espíritu. El aya no podía quererle mal, y sin duda no se había dado cuenta de las consecuencias de lo que iba a hacer.

La sirvienta pensaba con razón, que el señor podía haber notado su ausencia, que la niñita podía haber llorado, que Blanca podía haber regresado del club; pero el negro, rumboso al fin, como todos los de su clase, quería concluir la noche con una cena en un café de la vecindad y porfiaba por retener a su mascarita.

La sirvienta Filiberta me contó después lo sucedido en aquella noche fatal.

Un amo que le demuestra amistad; y ella no es para vos, ¿verdad?, más que una sirvienta que os debe obediencia. Es, pues, natural que haga esfuerzos para ocultar un sentimiento que debe inspirarle temor y vergüenza. El intendente bajó la cabeza y sonrió a sus propios pensamientos, como si aquellas palabras hubiesen determinado en su espíritu una reflexión brusca.

Además de grande, estaba muy mal ocupada por nosotras. Entre el dormitorio de mi madre y el mío, había dos salones, un pasadizo y mi cuarto de tocador. Mi madre se recogía antes que nadie, y quedaba al cuidado de una antigua sirvienta, vieja ya, muy fiel, pero muy dormilona.