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Lo mejor es añadió Sagrario revolviendo un huracán con su abanico , no tenerle pizca de miedo, aunque ponga en las nubes sus rugidos y te saquen tiras de pellejo sus zarpadas. Así hay lucha, y el triunfo resulta más sabroso. ¿Qué creerás que es lo más malo de esta bestia de mil caras? Las mujeres, ¡pásmate! Ahí están los rencores, las envidias y el veneno.

Se oía de vez en cuando: «¡Zopenco!»... «no tenéis pizca de educación»... «animal de bellota»... «¿Te figuras que estás en la tabernaEl marinero aguantaba la rociada con los ojos en el suelo. Una voz gritó desde el patio: Que lo lleven a la cárcel. Pero desde la cazuela contestó otra al instante: Que lleven también a Pepe de la Esguila. ¡Silencio! ¡Silencio!

Tu incredulidad nace de la idea equivocada que tienes de esa mujer. Te la has figurado como un monstruo de seducciones, como una de esas que, sin tener pizca de educación ni ningún atractivo moral, poseen un sin fin de artimañas para enloquecer a los hombres y esclavizarles volviéndoles estúpidos.

El P. Gil se dirigió a la puerta, pero cuando ya iba a trasponerla, D. Martín le gritó como si estuviese al frente de un batallón: ¡Alto! Hubo silencio embarazoso. El semblante de Osuna expresó malestar y vacilación. Nada, nada siguió el feroz inválido con su voz resonante de barba de teatro, no es usted hombre de honor, no tiene usted pizca de vergüenza si deja sin correctivo la ofensa.

Pero su talento le sugirió la respuesta, y dijo que no tenía ni pizca de dolor, sino frío, y sin más explicaciones se volvió contra la pared, pegándose a ella como un engrudo, y haciéndose el dormido. Llegó por fin el día y con él la calma al corazón de Ido, quien se acicaló y se lavó casi toda la cara, poniéndose la corbata encarnada con cierta presunción.

Aceptó Juana la pretensión de buen grado, y se celebró en su día la boda, con la posible solemnidad; y como Simón, huérfano de padres años hacía, y sin pizca de parentela en el mundo, poseía en su pueblo, por herencia, una casuca con su poco de balcón a la plaza, trasladóse a ella el flamante matrimonio.

Salí a su encuentro y las recibí sin disimular una pizca el alegrón que con su visita me daban. Los ojos y la nariz era lo único que se veía de sus personas: todo lo demás era un conglomerado de faldas, chaquetas, toquillas y mantones de lana espesa y dulce.

Al decir estas últimas palabras, la niña se ruborizó hasta las orejas. Pues tengo noticia de que es usted aficionada a darlos. ¡Oh, no! Eso dice mi amigo Ramón. El rostro de Esperancita se oscureció al oir este nombre. Una arruguita severa cruzó su frente virginal. No por qué lo dice. ¿No le remuerde a usted nada la conciencia? Ni pizca. ¡Oh, qué corazón tan emperdenido! ¿Por qué?

Y al compás de las oscilaciones de su dedo, comunicó el diplomático sus noticias alarmantes... El respetable Butrón no se conmovió ni pizca. ¿Acaso era él bobo?... Al tanto estaba de todos aquellos manejos; pero callaba, callaba y hacía la vista gorda, porque tenía la seguridad y su vanidad inmensa se la daba, en efecto de que el futuro gabinete no podría prescindir de su persona y sus servicios... En cuanto a Sabadell, era otra cuestión: habíase forjado ilusiones absurdas, que en el futuro orden de cosas era imposible realizar.

La brigadiera aceptaba, sin embargo, la generosidad de su hijastro sin mostrar pizca de agradecimiento: al contrario, parecía que tomando su dinero o sus regalos le otorgaba un gran favor, le daba una prueba de confianza, y que él era quien estaba obligado por ello a guardarle eterna gratitud.