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Y viendo que Simoun, por la direccion de la cara, se fijaba en los dichos folletos y temiendo volviese á reanudar el asunto de que hablaron en el bosque, continuó: El organismo está saturado de veneno; de un día á otro puede morir como herido del rayo... la causa más pequeña, un nada, una excitacion le puede matar... ¡Como Filipinas! observó lúgubremente Simoun.

El uno se ocupaba en encauzar la opinión pública por los derroteros del progreso moral y material, con mengua de los «reptiles que se arrastraban por el cieno, impotentes para elevarse un instante a la región de las ideas, escupiendo su veneno a todo el que sobresale por la inteligencia o por la virtud». Excusado es decir quiénes eran estos reptiles a los que don Rosendo aludía con frecuencia en sus artículos.

Durante algunos minutos, apoyado en la pilastra, Muñoz aguardó todavía, con la esperanza pueril de que Adriana por un milagro apareciera. Porque se había acostumbrado a esa secreta hora de voluptuosa alucinación, como se habitúa el fumador de opio a la caricia fantástica que se le desliza en los sentidos con el veneno de la droga. Al fin se decidió a marcharse.

No señor; no señor.... Es capaz de morirse el pequeño.... He oído que el vino es un veneno para las criaturas.... Lo que tendrá será hambre. Sabel, que coma el chiquillo ordenó imperiosamente el marqués, dirigiéndose a la criada.

Iba presuroso y acobardado, llevando un paquete de papel en la mano, algo como dos libras de azúcar, recién compradas en la tienda. ¡Aquel lleva veneno! gritaron varias mujeres corriendo hacia él. El lego fue rodeado por un grupo y desapareció en él. No se vio más que un estremecimiento de brazos y cabezas, un enjambre de cuerpos que forcejearon entre gritos.

Pero de la otra, que es la de mi hija inocente... ¡Dios bendito!... Yo no si habrá en el mundo remedio que alcance a cicatrizarla: sospecho que no; pero de algo que puede combatir el veneno y amortiguar los dolores; y con esto, aunque mal, ya se vive... Pues ese bálsamo milagroso está aquí, en una palabra, en una mirada, en un latido del corazón de ustedes; y yo vengo a preguntarles: ¿a costa de qué sacrificios, de qué humillaciones, de qué penitencias, le puedo adquirir para que viva la desventurada Luz?

No, se llevará de casa. Pero es indispensable buscar otra cosa, para lo cual no dudo que necesitáreis mucho dinero. ¿Qué cosa, señora? Un veneno que mate como un rayo. Y al decir estas palabras Dorotea, se cubrió el rostro con las manos y rompio á llorar. ¡Un veneno, señora! exclamó aterrado el cocinero ; ¡un veneno! ¿y para qué le queréis?

El niño volvió entonces al público los cándidos ojos, con esa mirada vaga de la inocencia que parece investigar siempre algo ignorado, y prosiguió con tristeza que conmovía y sencillez que llegaba al alma: Dicen que el mundo es un jardín ameno, Y que áspides oculta ese jardín... Que hay frutos dulces de mortal veneno, Que el mar del mundo está de escollos lleno... ¿Y por qué estará así?

Recorría sus posesiones en la pequeña Rusia, y un niño, hijo de un mujik, que le servía de guía, iba explicándole las cualidades de los árboles y hierbas: al pasar por delante de un verde matorral, el chico señaló una planta pequeña, de hojas largas y velludas, y le dijo: «Este es beleño, un veneno tremendoEntonces, rápidamente, sin dar a su guía el tiempo de acercársele, no ya de impedir el acto, arrancó cuantas hojas pudo coger su mano y las devoró.

¿Y cómo pongo yo esto en la pera? dijo Montiño, cuya voz aterrada por el miedo, apenas se oía. Introducid el veneno con la punta de un cuchillo. Montiño se dominó, tomó la pera, y con un cuchillo la hizo una hendedura. Luego, con una agonía infinita, llorando, rezando, estremeciéndose todo, tomó de aquellos polvos con la punta del cuchillo, é introdujo otra vez la punta en la hendedura.