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Quiso en el primer momento que la entrevista fuese en la Universidad, y para ello habría tenido usted que entrar en el edificio pasando una pierna por encima de los tejados, y después la segunda pierna, hasta quedar de pie en el patio central. Pero el arquitecto universitario se ha opuesto, temiendo por la integridad de los techos, que son algo viejos.

Moro sudaba de congoja temiendo no poder resistir hasta la vuelta del criado. Felizmente éste llegó a tiempo. En cuanto tuvo en su poder las anheladas barajas ya fue otro hombre.

Mas héte aquí que el Sábado Santo, al pasar el enamorado por las gradas de la Catedral, vió salir de la Basílica á la hermosa posadera, que acababa de oir la misa mayor, y lo mismo fué verla se dirigió como un rayo á la mujer, que, asustada de la actitud de don Bernardo, volvió á entrar en la iglesia, temiendo algún desastre.

La nobleza de sangre de Fernan y su trato llevaban tras si á muchos de los que seguían á Rocafort, pero temiendo su ira como del mas poderoso, no osaban descubiertamente dejarle sin tener la seguridad de alguna plaza.

Yo me creía juguete de una alucinación, y sin quitarle un punto los ojos, ni aun osaba respirar, temiendo que un soplo desvaneciese el encanto. Ella permanecía inmóvil.

Amiga mía dijo doña Flora , ¡qué imprudente es usted! ¿No es verdad, Gabriel, que ha sido muy imprudente? ¡Ya lo creo; contarlo todo en sus propias barbas! Yo temblaba por ti, niñito, temiendo que te ensartara con el chafarote. La condesa nos ha comprometido afirmé con afectado enojo. Es un diablillo. Amiga mía dijo Amaranta , lo hice con la mayor inocencia.

Es el rey de los átomos, el rotífero, así nombrado porque en ambos lados de la cabeza lleva dos ruedas, órganos de locomoción que lo asimilarían al barco de vapor, ó tal vez armas de caza que lo ayudan á apoderarse de los más débiles. Todos huyen, cejan ante él, y uno solo resiste, no temiendo nada, confiado en sus armas.

Como en realidad no necesitaba otra cosa mejor, dije que ; pero la chica, temiendo no haberme dejado satisfecho, se apresuró a manifestar que había otra en el piso de arriba, que si deseaba verla... ¿Es usted el ama? le pregunté, convencido de que no podía serlo. No, señor; soy su hija... pero como si lo fuese respondió con cierto énfasis.

Te madre: tus pálidas mejillas, sonrosadas ayer, en ignoradas horas de amargura marchitó el padecer; acaso sus colores te robaba quien te debia el sér, acaso el ciego amor te consumia que pusiste en él. Yo te amaba, y al verte, silencioso de nuevo te adoré, y, temiendo que el paso detuvieras... humilde me aparté.

La gente va marchando, pero viendo Que los tristes, que fueron delanteros, Murieron, del negocio se temiendo, Quisieran hallar todos agujeros. Salazar desmayò que va rigiendo; Desmayan los soldados compañeros, Que tantas flechas ven venir lloviendo, Que la tierra con ellas van cubriendo.