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Esto decía cuando una vieja que acababa de llenar la escudilla, llegose a nosotros y después de pedirme una limosna, que le di, puso la descarnada mano sobre el hombro del par de Inglaterra y cariñosamente le dijo: Niñito querido, ¡qué buenas nuevas te traigo esta tarde!

Amiga mía dijo doña Flora , ¡qué imprudente es usted! ¿No es verdad, Gabriel, que ha sido muy imprudente? ¡Ya lo creo; contarlo todo en sus propias barbas! Yo temblaba por ti, niñito, temiendo que te ensartara con el chafarote. La condesa nos ha comprometido afirmé con afectado enojo. Es un diablillo. Amiga mía dijo Amaranta , lo hice con la mayor inocencia.

Rafaela y Jacinta respiraron, pasmadas del valor de su amiga, a quien veían como una criatura sobrenatural. Con que vamos a ver prosiguió esta guiñando los ojos, como siempre que exponía un asunto importante . Nosotras nos llevamos al niñito, y le damos a usted una cantidad para que se remedie... ¿Y qué hago yo con un triste estipendio? ¿Cree que yo me vendo?

»En cuarenta años de piadoso ejercicio en este ajetreo de ablandar muchachas, avivar inclinaciones, y hacer el recado, ¿qué no habré aprendido, niñito mío, qué trazas no tendré, qué maquinaciones no inventaré, y qué sutilezas no me serán tan familiares como los dedos de la mano?

No ganaba un cuarto; con el mundo entero armaba camorra, y todo el veneno que iba amasando en su maldecida alma, por la mala suerte, lo descargaba sobre su querida... En fin, vida más arrastrada no la había pasado ella nunca ni esperaba volverla a pasar... Con el dinero que Juanito Santa Cruz les dio, cuando estuvieron en Madrid y se murió el niñito, hubiera podido el muy bestia de Juárez arreglar su comercio; pero ¿qué hizo?

Conque no tuerzas el gesto, niñito mío; quedamos en que serán dieciséis mil.... ¡Ay, qué peso me has quitado de encima...! Había abandonado la mesa la familia y aún duraban los elogios a Visanteta por el mérito de la paella que les había servido, cuando comenzaron a llegar los amigos. Mamá gritaba Amparito desde la puerta de la calle , las de López, que vienen en su faetón. ¡Calle!

Y nunca he dudado que me compadeció desde el fondo del corazón, a poco que razonara sobre los peores desastres que podía presumir en el porvenir incierto de su propia vida. Trabajaba cuando le sorprendí. Su mujer estaba cerca de él y tenía en el regazo un niñito de seis meses que les había nacido durante mi destierro. Eran dichosos.

No trato yo de que usted me diga qué clase de amistad es esa... Las relaciones más puras... ¿Qué, no lo cree usted? , yo creo todo. Lo que quiero decir es que si usted tiene algún influjo sobre ella, debe aconsejarle que... Porque el día mejor pensado, esta mujer vuelve a las andadas, y se cansará de criar a su niñito.