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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


El señor Aubry hizo un movimiento; temiendo despertarlo, volvieron a su lado y permanecieron silenciosos en la calma del cuarto. Entonces, bajo la influencia algo misteriosa del silencio y de la luz discreta de la lámpara, el bienhechor olvido expulsó del alma de Juan todo lo que no era la real felicidad de la presencia querida.

Yo pensé que estaba loco, y cuando le vi bajar del calesín, acercarse a la playa e internarse por ella hasta que el agua le cubrió las botas, corrí tras él lleno de zozobra, temiendo que en su enajenación se arrojase, como había dicho, en medio de las olas.

El ama me dijo que había salido de casa y no había vuelto. Encargué que le avisaran para hablarle por última vez y resolverme o no a dar parte de lo que ocurría. No quiso venir, temiendo sin duda mi indignación. Caí con otro ataque, y el ama sin duda fue a buscarle, porque cuando abrí los ojos estaba él a mi lado.

Lo del banquero, lo sabía; es decir, sabía que era un bribón y que se había largado de la noche a la mañana temiendo que le desollaran vivo en la Puerta del Sol; pero ¿qué me importaba a si era casado o soltero, ni cómo recordar el título con que se pavoneaba últimamente, si es que alguna vez le pronunciar, que lo dudo? En cuanto a lo del señor de Guzmán, ¿cómo sospecharlo siquiera?

Diole gana a don Quijote de pasear la ciudad a la llana y a pie, temiendo que, si iba a caballo, le habían de perseguir los mochachos, y así, él y Sancho, con otros dos criados que don Antonio le dio, salieron a pasearse.

Levantose la joven disparada, y se metió en su gabinete. Estaba como una loca. Juan la siguió, temiendo que le acometiese un acceso de desesperación. Ambos se encontraron en la puerta de la alcoba.

Tenia en el Virrey gran confianza La gente, que al del Cuzco perseguia; Temiendo del de Cuzco la pujanza, Al Arzobispo el Lucio le traia Muy ciego, por tener de él confianza; Y así cuanto le dice lo creia. Por su mal parecer y mal consejo, Al Concilio no viene Mogrovejo.

Otros, al sentir el contagio de este pánico, habían huído igualmente, temiendo conocer los mismos horrores... Vió madres con sus pequeños en los brazos; ancianos doloridos que sólo podían avanzar con una mano en el bastón y otra en el brazo de alguno de su familia; viejas arrugadas é inmóviles como momias, que dormían y viajaban tendidas en una carretilla.

Era dolor, tristezas y tormentos, El ver poblar las horcas de hambrientos. Aquellos que el huirse no han certado, Juzgaban por no ver camino cierto; Y al perro que hallaban desmandado Mataban: y aun á penas era muerto, Cuando estando cocido ó mal asado, En el hambriento vientre era encubierto, Temiendo que si el dueño lo supiera, La presa de las manos les cogiera.

El guapo sintió el escozor del alfilerazo, pero disimuló, esperando la ocasión de tomar revancha; y temiendo no fuese más adelante en sus bromas, se apresuró á alejarse arrastrando consigo á su querida. Los despidieron con algazara. Cuando ya estaban lejos, Antonio les gritó recordando la conclusión de los cuentos: Y todo quedó en paz y gracia de Dios, y yo fuí y vine y no me dieron nada.

Palabra del Dia

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