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Actualizado: 25 de julio de 2025


El, temiendo que la joven se constipase, levantó los cristales; luego tomó el chal de cachemir que ella tenía en la mano, y se lo echó sobre los hombros. ¡Ah! ¡qué hermosa estaba Judit, qué seductora, embellecida por la felicidad!

Y sin cesar de mostrar su asentimiento a lo que no oía, con movimientos afirmativos de cabeza, miraba allá abajo ansiosamente, temiendo que Leonora se hubiese marchado.

Es principio indubitable que los puertos de arribadas deben ser seguros y de fácil entrada, donde los navegantes se acojan impelidos de las borrascas, de necesidad de víveres ó de la incomodidad de la navegacion, para procurarse seguridad, descanso, refresco ó habilitacion del buque; y no pudiéndose encontrar ninguno de estos alivios en los puertos de la costa patagónica, ya se por esta parte que no son de utilidad alguna: consideracion que se extiende á que tampoco lo son para las demas naciones, fuera de que en puertos de mareas tan variables y excesivas, nadie querrá arrojarse á la arribada, temiendo le fuese mas perjudicial que la borrasca.

Pero el niño, que no compara, que solo atiende á la sensacion en todo su aislamiento, se espanta y llora, temiendo que se le han de comer las fieras, ó viendo que tan cruelmente se matan los soldados.

Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «, , aquí veo algo nuevoLuego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la cara, dejó de leer.

Así como así, en mi fuero intento, renegaba de mi pusilanimidad, temiendo que en el instante en que hubiera de dirigirle la palabra me abandonara el valor de que venía haciendo tan gran acopio, y, por lo tanto, juzgué que era mejor declararme por escrito. Y así como lo pensé lo hice en seguida; apenas llegué a casa, sentome ante mi mesa, pluma en ristre.

Pues confieso á vuecencia, que no sabía yo que su majestad la reina... Vamos, señor Francisco. ¿A dónde llevásteis anoche á un vuestro sobrino? ¿Yo?... á ninguna parte dijo Montiño temiendo que lo de la cruz fuera un lazo.

Las diez y siete galeras de genoveses no osaron volver á Constantinopla, aunque la necesidad y falta de gente les pudiera obligar, pero temiendo la indignacion de Andronico, y la insolencia de los Griegos, desembocaron el estrecho y fueron la vuelta de Italia, llevando en ellas á Demetrio. Las otras siete galeras gobernadas por Mandriol, vueltas á Constantinopla avisaron á Andronico del suceso.

En el mismo instante se presenta una criada con luz: ambos se quedan sorprendidos, y, mientras el Condestable sale para averiguar si está todo cerrado, huye Blanca por la puerta secreta, temiendo la venganza de su esposo. Acto tercero.

Si la misión es difícil, no ha de ocultársete que la tentación es temible: ya lo irás viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A todo has de sobreponerte, temiendo más la propia indulgencia: que la ajena censura.

Palabra del Dia

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