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De lo interno nada se sabe. Las más débiles criaturas, los átomos conchíferos, las medusas microscópicas, seres flúidos que una nada disuelve, aprovechándose de la corriente, navegan pacíficamente bajo la tempestad. Muy pocos llegan hasta nosotros: detiénense en Terranova, donde la fría corriente del polo los ataca, los aprisiona, los mata.

Las medusas y los moluscos han sido, por lo general, inocentes criaturas, podríamos decir muchachos, y yo he vivido con ellos en un mundo apacible. Hasta ahora hemos visto pocos carnívoros. Aun aquéllos obligados á vivir así, sólo destruían para sus imprescindibles necesidades, y la mayor parte vivían á expensas de la vida apenas comenzada, de átomos, de jalea animal, inorgánica.

No hay progreso, sino perversión, desde el himno compuesto hace más de tres mil años, que venían cantando los mahatmas, cuando los vi volver al Cenobio, hasta las doctrinas que me expuso luego Sankarachária y que implican la negación de Dios, el concepto de que el mundo casi es ilusión y fantasmagoría, y la mal velada afirmación de que la conciencia nace de lo que no tiene conciencia, la voluntad del ciego prurito de los átomos, y de sus desordenadas evoluciones el entendimiento y las leyes a que el entendimiento sujeta así lo exterior y visible como lo más hondo e íntimo del alma.

Y los átomos de ese astro se dispersan y se convierten bien pronto en una lluvia, de la cual las mariposas de esta tierra, que buscan en vano los cielos y vuelven a descender, ¡criaturas jamás satisfechas! nos devuelven partículas a veces sobre sus alas estremecidas.

Esas aguas nutritivas están densas de todo género de átomos crasos, apropiados á la muelle naturaleza de los peces, que perezosamente abren la boca y aspiran, sustentados como un embrión en el seno de la madre común. ¿Sabe el pez lo que se traga? Apenas. El alimento microscópico es como una especie de leche que se le ofrece sin solicitarlo.

Dice Cide Hamete, puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia, que al tiempo que doña Rodríguez salió de su aposento para ir a la estancia de don Quijote, otra dueña que con ella dormía lo sintió, y que, como todas las dueñas son amigas de saber, entender y oler, se fue tras ella, con tanto silencio, que la buena Rodríguez no lo echó de ver; y, así como la dueña la vio entrar en la estancia de don Quijote, porque no faltase en ella la general costumbre que todas las dueñas tienen de ser chismosas, al momento lo fue a poner en pico a su señora la duquesa, de cómo doña Rodríguez quedaba en el aposento de don Quijote.

Cierta fuerza que hay, reside o se pone en la materia prima, agita y ordena sus partecillas infinitamente sutiles, y de los diversos movimientos y coordinaciones de dichas partecillas, que los sabios llaman átomos, resulta la infinita variedad de los seres. De fijo la diferencia de ellos está en la forma.

No me queda duda de que si algun capitán de granaderos leyere esta obra, haga á su tropa que se ponga gorras dos piés mas altas; pero le advierto que, por mas que haga, siempre serán él y sus soldados unos infinitamente pequeños. ¡Qué maravillosa maña hubo de necesitar nuestro filósofo de Sirio para atinar á columbrar los átomos de que acabo de hablar!

Un dolor inmenso, agudo, cruel palpitaba sólo en aquella estancia, y unos ojos fijos, atónitos, sin lágrimas, reflejaban los átomos de claridad que aún vagaban perdidos por el ambiente. ¿Cuánto tempo permaneció así? Los pajarillos que vinieron a posarse a la madrugada sobre los hierros de los balcones acaso pudieran dar respuesta.

Es el rey de los átomos, el rotífero, así nombrado porque en ambos lados de la cabeza lleva dos ruedas, órganos de locomoción que lo asimilarían al barco de vapor, ó tal vez armas de caza que lo ayudan á apoderarse de los más débiles. Todos huyen, cejan ante él, y uno solo resiste, no temiendo nada, confiado en sus armas.