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Gillespie, mientras tanto, había levantado el brazo que servía de refugio á los dos amantes. Al ver Popito que el cortejo universitario había abandonado ya la planicie de la mesa, se dirigió hacia uno de los escotillones, despidiéndose antes de Ra-Ra con varios besos. Volveré dijo apresuradamente, ahora que conozco tu escondrijo.

El Padre de los Maestros, colocándose ante los ojos unas gafas redondas, empezó su lectura junto á una ventana. Cuando Flimnap acabó su informe sobre los trabajos para la instalación del gigante, el personaje universitario se aproximó conservando los papeles en su diestra. Algo flojitos dijo con una severidad desdeñosa . Son indiscutiblemente versos de hombre, y de hombre enorme.

Y con una avidez de universitario que quiere verlo todo y explicárselo todo, añadió en este momento supremo, con la tenacidad del que muere hablando: Triste guerra, señor... Faltan elementos de juicio para decidir quién es el culpable... Cuando la guerra termine, habrá... habrá... Cerró los ojos, desvanecido por su esfuerzo. Desnoyers se alejó. ¡Infeliz!

Le siguió Gillespie con los ojos en todas sus evoluciones alrededor del inmóvil cortejo universitario. Por un momento sospechó si se propondría hacer algo contra el Padre de los Maestros. Luego una luz nueva pareció extenderse por el pensamiento de Edwin. Se explicó de pronto el motivo de que Ra-Ra odiase al severo Momaren.

Los constructores de la escollera le ordenaron, valiéndose de gestos, que suspendiese el trabajo de acarrear grandes piedras. Los obreros que las acoplaban se habían marchado, y el universitario que traducía las órdenes no apareció en todo el día.

Imposible también salir durante la noche, pues los ojos de las bestias aéreas partían incesantemente la sombra con sus cuchillos luminosos. La única satisfacción de Gillespie era ver aparecer sobre un borde de su mesa el abultado cuerpo, la sonrisa bondadosa, los anteojos redondos y el gorro universitario del profesor Flimnap.

También corrieron los portadores de su litera para empuñar los brazos de esta caja portátil. Todo el cortejo universitario, que ya empezaba á fatigarse de una visita larga y sin incidentes, se aglomeró en los escotillones para deslizarse por las cuatro rampas arrolladas á las patas de la mesa. Flimnap se despidió de su protegido con breves palabras: -Vendré mañana, gentleman.

El gobierno había prescindido del bondadoso universitario, considerándolo poco seguro. Según los periodistas, el Hombre-Montaña sería conducido al puerto en la mañana siguiente para que empezase sus trabajos. Así fué. El desconsolado profesor le vió trabajando en la orilla del mar, lo mismo que un esclavo.

Las señoritas que ya estaban en edad de afeitarse fingían rubor ante sus miradas audaces; pero las que no se veían objeto de la belicosa admiración se mostraban nerviosas, envidiando á sus compañeras. Pasó por entre estos guerreros, con toda la austeridad de su carácter universitario y sus opiniones antimilitaristas, el profesor Flimnap.

Cuando todos desaparecieron, Ra-Ra volvió á examinar la parte alta y sinuosa del palacio universitario, donde estaban las habitaciones de los doctores jóvenes. Los más de ellos se habían ido á la peregrinación patriótica, y así se explicaba que las terrazas y las galerías permaneciesen silenciosas, sin el ordinario rumor de peleas dialécticas.