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Y las impías proposiciones que su amigo sustentaba le llegaban tan al alma, turbaban de tal manera sus facultades, que apenas tenía alientos para formular un argumento. Estaba consternado: su corazón se iba apretando de pena. Aquella noche Moreno parecía un demonio terrible y batallador, escupiendo con furia sus blasfemias, manifestando con cinismo infernal su odio a los misterios de la religión.

¡Admirable! ché: fíjate bien en toda la filosofía de esa fórmula tan sencilla puesta en boca de un hombre de campo que en medio de sus contrariedades comprende que debe ser amable con quienes no tienen la culpa de ellas y lo expresa así: «¡tragando amargo y escupiendo dulce

30 Y escupiendo en él, tomaban la caña, y le herían en su cabeza. 32 Y saliendo, hallaron a un cireneo, que se llamaba Simón; a éste cargaron para que llevase su madero. 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y gustándolo, no quiso beberlo.

Con la voz cada vez más ronca y más baja, pasó luego a explicar las instrucciones que el canónigo debía transmitir a su agente. El mismo se narcotizaba con su propio discurso. Ya era imposible comprenderle. Su palabra vacilaba, se extinguía. Entonces, escupiendo, por última vez, dobló la cabeza sobre el hombro, y quedose dormido. El lectoral no supo qué hacer.

El negro manifiesta su desprecio, escupiendo y se marcha; no ha visto nada... Tampoco ha visto nada ese muchacho maltés, cuyos ojos de carbón brillan maliciosos bajo su birreta. Tampoco ha visto nada aquella mahonesa de tez de ladrillo que se aleja riéndose con la cesta de granadas encima de la cabeza...

ii Un huevo crudo... ¡qué asco! exclamó Jacinta escupiendo una salivita . ¿Qué se puede esperar de quien se enamora de una mujer que come huevos crudos?... Hablando aquí con imparcialidad, te diré que era guapa. ¿Te enfadas? ¡Qué me voy a enfadar, hombre! Sigue... Se comía el huevo, y te ofrecía y participaste... No, aquel día no hubo nada. Volví al siguiente y me la encontré otra vez.

En la estancia van a conocer ustedes a Baldomero, el capataz, un tipo genuinamente criollo, que ha tenido sus contrastes y sus desgracias, pero que es amable y jovial en todos los casos y que al preguntarle una vez: «¿Cómo le va, Baldomero?...» me contestó así: «Aquí vamos, don Melchor, tragando amargo y escupiendo dulce.» ¡Qué hermoso! dijo Lorenzo.

El viejo marino pasaba una gran parte de su existencia sobre aquel paredón, en íntimo coloquio con el mar, su antiguo amigo y compañero. Para él no tenía secretos el terrible Océano, ora durmiese tranquilo en su inmenso lecho de arena, ora despertase furioso escupiendo al cielo sus espumas.

Con tal de que lo hagamos bien nos haremos ricos. ¡La señal es un disparo! ¡Aprieta, aprieta! murmuró Camaroncocido sacudiendo los dedos; allá el General, y aquí el P. Salví... ¡Pobre país!... Pero ¿y á qué? Y encogiéndose de hombros y escupiendo al mismo tiempo, dos gestos que en él eran los signos de la mayor indiferencia, prosiguió sus observaciones...

El terrible Maltrana, que en las reuniones de la juventud era implacable, no perdonando persona ni institución, escupiendo su bilis sobre todo lo existente, describiendo el país como un establo de bestias en el que no se encontraba ni media persona, ablandábase conmovido ante la más leve muestra de consideración de un poderoso.