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Unas cosas leyó Leocadia con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada, dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa.

Los que están acostumbrados á caminar en coche de colleras, ó en silla de posta, se pasmarán de los carruages de allá arriba, porque nosotros, en nuestra pelota de cieno, no entendemos de otros estilos que los nuestros.

Porque esto es especialmente digno de notar: una indefinida melancolía se difunde sobre todos los personajes de BRET HARTE. Esa gente parece, después de tanto roce brutal, y de tanto combate, tener una secreta nostalgia de amores más puros y de ideales más elevados. De esa tosca y en ese cieno brotan como pálidas flores del destierro, figuras encantadoras de hombres, mujeres y niños.

Pero en alguna parte se conservan los sentimientos de honradez y pudor. Haga usted cuenta, niña, que ha dejado un mundo de cieno para entrar en otro más perfecto. Dios ha iluminado á su buen protector para que la ponga entre nosotras, que la libraremos de la influencia infernal de las ideas del día.

Un malandrin, respondió el abate, que gana la vida hablando mal de todas las composiciones dramáticas y de todos los libros que salen; que aborrece á todo aquel que es aplaudido, como aborrecen los eunucos á los que gozan; una sierpe de la literatura, que vive de ponzoña y cieno; un folletista. ¿Qué llama vm. folletista? dixo Candido.

Pero como esto le costaba un esfuerzo, y como, por otra parte, pudo cerciorarse en seguida de que los desdenes, el mal humor v hasta los insultos, lejos de enfriar la pasión del duque la encendían más, dió rienda suelta a su genio. Apareció la criatura salida del cieno, con su grosería, sus inclinaciones plebeyas, su carácter agresivo y desvergonzado.

Decíase que había sido corista de zarzuela, pasando de allí a peor vida, hasta que una mano caritativa la sacó del cieno para ponerla en aquel seguro lugar. Inseparable de esta era Felisa, de alguna más edad, también de tipo fino y como de señorita, sin serlo.

Preséntele usted con toda la negra realidad de la vida, braceando en este océano de cieno, sin poder flotar, y ahogándose, ahogándose, ahogándose.... Pero, eso , déjele usted que se enamore con hidrofobia de la dama de enfrente, porque en ese gran recurso dramático ha de cimentarse todo el edificio novelesco.

Un capitán de lanceros, muy gordo y rubicundo, bajaba de la Puerta del Sol, pisando muy fuerte, con las espuelas y las polainas manchadas de cieno, calada la corta capota azul con vueltas blancas.

En ranas dijo el mismo autor, en Las Zahurdas de Plutón, haberlas visto convertidas: «Así supe como las dueñas de acá son ranas del infierno, que eternamente como ranas están hablando, sin ton y sin son, húmedas y en cieno, y son propiamente ranas infernales; porque las dueñas ni son carne ni pescado, como ellas. Calderón, en la jorn.