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Si su decisión de usted es firme, encontrará en quince días un yate bien acondicionado, con una tripulación escogida y un buen capitán. Es una industria inglesa. Se alquilan los yates como las casas de campo y hasta se encuentra donde elegir. ¡Ah! dijo Marenval estremeciéndose. ¿Tan fácil es? Todo es fácil con dinero. En el orden material casi no hay límites.

Entretanto, Proserpina me dejó desenredar las riendas y aun tocar su pescuezo sin dar la menor señal de irritación, pero no bien sintió mi pie sobre el estribo, se tendió á un lado bruscamente, tirando tres ó cuatro soberbias coces por encima de las macetas de mármol que adornan la escalera, se paró en dos patas haciéndose la graciosa y batiendo el aire con sus manos; luego reposó estremeciéndose.

Y Juanito sintióse feliz, en aquella temporada de Cuaresma, cada noche que cenaba con la familia, puesta de veinticinco alfileres, comiendo incómoda con la toilette de teatro y estremeciéndose de impaciencia, mientras abajo sonaban las coces del caballo contra los guijarros del patio y los tirones que daba a la galerita.

El joven extendió sobre el cuerpo de ella un traje de percal y la poca ropa blanca que colgaba de unos clavos. Estas telas sutiles eran de un abrigo ilusorio. La enferma seguía estremeciéndose, y el pobre Isidro, que temblaba de frío, se quitó el macferlán para añadirlo a la cubierta. Era una noche terrible. Maltrana paseábase por el cuarto como si estuviese en medio de la calle.

¡Lo creo! contestó Vérod con energía, estremeciéndose como el herido que siente el hierro revolverse en la llaga. ¿Y ha encontrado usted otras pruebas o argumentos que confirmen su acusación? Todavía no. Pues bien: conversemos un momento.

Bastaba ver sus ojos fijos en él con un ardor de pasión, dilatándose cual si quisieran absorber su imagen; su boca de frescura insolente y esplendorosa escarlata estremeciéndose con un bostezo amoroso, sintiendo repentinos abrasamientos que hacían salir la lengua de su encierro para pasearse por los labios; sus dientes de devoradora que parecían temblar con el fulgor de un acero pronto a hundirse en la carne... No podía explicarse esta buena fortuna; pero era indiscutible que Nélida, abandonando a su tropa de adoradores, se aproximaba a él, que no había hecho esfuerzo alguno por atraerla.

Hacíase la alfombra más tupida al acercarse a los parajes sombríos del borde del estanque, cuya superficie rielaba como cristal ondulado, estremeciéndose al leve paso del aura vespertina, y rizándose en mil ondas chiquitas en choque continuo las unas con las otras.

A la luz del sol, que tamizaban los visillos carmesíes, Julián vio las pupilas dilatadas de la señorita, sus entreabiertos labios, sus enarcadas cejas, la expresión de mortal terror pintada en su rostro. Tengo mucho miedo repitió estremeciéndose. Renegaba Julián de su sosera. ¡Cuánto daría por ser elocuente! Y no se le ocurría nada, nada.

Y después venían las horas de inquietud por la ausencia de su marido, unas tardes interminables, de angustia, esperando al hombre que nunca regresaba, saliendo á la puerta de la barraca para explorar el camino, estremeciéndose cada vez que sonaba á lo lejos algún disparo de los cazadores de golondrinas, creyéndolo el principio de una tragedia, el tiro que destrozaba la cabeza del jefe de la familia ó que le abría las puertas del presidio.

Entregada a misma, se sostenía naturalmente, poco a poco; se alimentaba de todo y era el alimento de todo... Roberto Vérod se detuvo de pronto, estremeciéndose. Estaba delante de San Luis. Las ventanas de la iglesia, iluminadas por la luz interior, se dibujaban en las paredes: las lámparas velaban. Vérod se desplomó junto a la verja.