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La presencia del Provisor contuvo al señor Arcipreste, que, cortando la cita, añadió: ¿Parece que hemos tenido faldas por aquí, señor De Pas? Y sin esperar respuesta hizo picarescas alusiones corteses, pero un poco verdes, a la hermosura esplendorosa de la viudita.

Nosotros te pondremos delante de los ojos el gran espejo de la Verdad, iluminado por la esplendorosa luz de los nuevos días. Mírate en él... ¡Ah, desdichada! Te turbas, te sonrojas... ¡te avergüenzas!... ¡Lo comprendemos, , lo comprendemos! Te ves andrajosa y fea, y esclava vil, y degradada y sola, entre la muchedumbre de otros pueblos risueños, hermosos, libres y florecientes...»

La alegría de Alicia ante la tarde esplendorosa, su entusiasmo al verse en este jardín rústico frente al mar, lejos de ciertas gentes sin las cuales no creía antes tolerable la existencia, lejos del juego, que era el único remedio para el vacío de su vida, todo esto halagaba al príncipe, como un descubrimiento de acuerdo con sus gustos.

Van, vienen, se mueven, se agrupan formando raros dibujos; unas veces son resplandores de un rosa pálido, otras de un azul muy vivo, otras rojos o amarillentos. Poco a poco cubren el mar; las luces se funden, las aguas se impregnan de ellas, y entonces parece que en las profundidades del mar brilla esplendorosa una luna o una lámpara eléctrica de incalculable fuerza.

Eran indudablemente de la misma edad: debía estar al final de la veintena; ¡pero tan esplendorosa, tan distinta a las otras mujeres!... Parecía un ave exótica, un pájaro del Paraíso caído en un corral, entre lustrosas y bien cebadas gallinas. Don José el apoderado conocía su historia... ¡Una cabeza desbaratada la tal doña Sol!

No sabía la joven de cierto si pisaba en el tillo crujiente o en una nube esplendorosa y flotante, o ya en el barco milagroso de Fernando.... Iba alucinada, henchida de felicidad....

De un carácter demasiado elevado para romper ruidosamente con aquélla con quien había tenido tan estrecha amistad, tanto en privado como en público, no por eso, dejó de conocer que aquella amistad había pasado. La aureola esplendorosa que había colocado sobre su frente, habíase extinguido para siempre, y extinguiéndose en el barro, como las luces de los fuegos artificiales.

Era la poesía genuina, esplendorosa y diáfana, sin estrofas ni consonantes, ni mucho menos ripios, que nace de la comunicación de un alma sensible con la naturaleza. Era la poesía que en aquel momento expresaba un mirlo, que vino a posarse cerca, con sus notas puras y cristalinas.

Apagáronse las luces que ardían en sus crestas y se desvaneció la esplendorosa ebullición de los tesoros submarinos. La mancha de plata iba adquiriendo los tristes reflejos del acero bruñido. Cuando Ricardo separó sus labios de los de la niña, lo primero que hizo fue pasear una mirada inquieta por los contornos de la peña. Estaban ya cercados por el agua.

La luna acababa de hundirse en su seno, dejando todavía en el horizonte una estela luminosa. Ninguna nube flotaba en aquel cielo de cristal. La brisa agitaba ya sus alas sutiles para despertar á la sultana. Velázquez, aunque de espíritu rudo, aspiró con delicia la gloria de aquella noche esplendorosa.