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En la época de César, y según sus referencias, la Inglaterra estaba poblada por tribus pastoras, que vivían principalmente de leche, queso y carne, de expediciones predatorias sobre sus vecinos, emprendidas por guerreros voluntarios bajo la dirección de jefes accidentales, por aquéllos elegidos o aceptados, y considerando como su mayor gloria la amplitud del desierto intermediario con las otras tribus que les garantía contra ataques repentinos.

Tantos pensamientos nuevos y tan repentinos en un pobre cerebro entumecido y cansado, es un sufrimiento atroz. ¿Qué hacer? ¿Desperdiciar en un momento las pruebas de cordura y de resignación que he logrado dar?... ¿Exponerme, si me cogen, á pasar por un hipócrita y un embustero? ¡Tragomer, no puedo!... Abandóname á mi destino...

Causó la prision de Rocafort diferentes efectos, porque sus amigos se entristecieron como participantes de sus delitos, y hubieran hecho alguna demostracion de liberalle, si no dudáran de que un caso tan grave no era posible haberse emprendido sino con gran prevencion de ayuda, y lados; y mas que aun no habia reconocido quales eran amigos, ó enemigos declarados, cosas que muchas veces suele ser de importancia para los que acometen casos tan repentinos, y prontos.

El primero era uno de aquellos hombres elevados y poco materiales, en quienes no hacen mella el hábito ni la afición al bienestar físico; uno de los seres privilegiados, que se levantan sobre el nivel de las circunstancias, no en ímpetus repentinos y eventuales, sino constantemente, por energía característica, y en virtud de la inatacable coraza de hierro, que se simboliza en el ¿qué importa?; uno de aquellos corazones que palpitaban bajo las armaduras del siglo XV, y cuyos restos sólo se encuentran hoy en España.

Todos los que aman, o los que amaron, se imaginarán fácilmente las imaginaciones, la fiebre, los súbitos transportes de esperanza, los repentinos golpes de desaliento que atenazaron el alma de Jacques Fabrice en las eternas horas que le separaban del mañana.

Tristán comenzó a mostrarse preocupado, a emplear un estilo más conciso, que poco a poco se convirtió en displicente. Clara lo observó, pero como ya estaba acostumbrada a estos cambios repentinos de humor, que rara vez persistían largo tiempo, no hizo en ello mucho alto. Sin embargo, se trataba de asuntos que atañían a su próximo enlace y el acento de su novio sonaba por momentos más displicente.

En los insomnios, en las exaltaciones nerviosas, que tocaban en el delirio, las visiones místicas, las intuiciones poderosas de la fe, los enternecimientos repentinos le habían servido de consuelo unas veces y de tormento otras.

En ese momento, uno de los espectadores, que él creía embargados por un sentimiento igual al suyo, se le acercó, y señalándosela le dijo: ¡Mire usted! ¿No es una lástima? A no ser esos repentinos desfallecimientos, ¡qué hermosura tan perfecta! ¡Sería verdaderamente insuperable si no decayera así, de un momento a otro!...

Así comprendemos sin esfuerzo el desarrollo de muchos dramas españoles, que á los observadores superficiales parecerá acaso inmotivado; y ciertos cambios repentinos en los caracteres de los personajes, que á primera vista se atribuirían á extravagancia de sus poetas, nos los explicamos como otros tantos rasgos ocultos del carácter nacional.

Su traje, sin nada que se contrapusiese a la ancianidad de la persona, era sencillo y elegante. Nada de dijes. Sólo botoncillos de nácar cerraban la bien planchada pechera. El lazo de la corbata blanca estaba improvisado sin artificio. El chaleco era negro. Pasaba el Barón por persona de conversación amenísima. Sus chistes eran repentinos, frescos y no recalentados ni preparados en casa.