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Por otra parte, ¡aquellas dos jóvenes eran tan lindas, tan elegantes!... En su porte y en sus miradas había tanta gracia y tanta ingenuidad; estaban tan risueñas, y se cuidaban tan poco del porvenir, que hacíase imposible no pensar en el de ellas.

Señora no estando dijo Pampa cerrándole el paso y esgrimiendo el doméstico cetro. ¿Y el patrón? En el Ministerio. ¿Y el niño? En la Bolsa. ¡Esperaré! Déjale pasar dijo misia Casilda desde adentro. El atorrante entró en el comedor; iba menos rotoso y sucio que de costumbre, porque para esta visita hacíase esmerada toilette, en lo que cabe.

Hacíase, mientras duraba la benéfica influencia del alcohol, alegre, comunicativo, conciliador; ninguna palabra le molestaba, nada le parecía suficiente motivo para encolerizarse.

La anémica solía manifestar, al volver del paseo, el capricho de ir un rato a sentarse en los bancos del parque. Por lo regular, allí había gente, y alguno de los españoles de la colonia, conocidos de Perico o de Miranda, hacíase acaso el encontradizo, y las saludaba y dirigía algunas frases de ritual.

Y esta misma certidumbre de lo imposible de su amor, de tal manera sublimaba el alma y el cuerpo de doña Guiomar para Cervantes, que le parecía que si Dios para consolarle hiciera bajar un ángel del cielo, no había de parecerle tan hermoso en cuerpo y en alma como doña Guiomar; que hermosa era de cuerpo y de alma Margarita, ¿cómo dudarlo? pero con ser ya suya, y sin el encanto de lo imposible, puesta como un impedimento entre Cervantes y doña Guiomar, hacíase para Cervantes enojosa y casi aborrecible, y aborrecía la hora en que con aquel miserable entierro se encontró, y aun con más ahínco maldecía la compasión que a irse tras el entierro moviole, llevándole a punto en que conoció a Margarita.

Hacíase esta rectificación a pedido de su hermano, el distinguido caballero don Adolfo Itualde, gerente de la sucursal del Banco de la NaciónNadie creyó el desmentido. El capitán Pérez siguió siendo, para todo el Tandil, el pretendiente predilecto de Coca, su novio o su futuro novio...

Durante este tiempo, el almuerzo de los cazadores, silencioso al principio, hacíase cada vez más bullicioso, oíamos chocar las copas y saltar los corchos de las botellas. El viejo macho me previno que ya era hora de volver a nuestro refugio. Podía decirse que a la sazón el bosque dormía. La charca adonde acuden los gamos a beber no estaba enturbiada por ningún lengüetazo.

Hacíase la alfombra más tupida al acercarse a los parajes sombríos del borde del estanque, cuya superficie rielaba como cristal ondulado, estremeciéndose al leve paso del aura vespertina, y rizándose en mil ondas chiquitas en choque continuo las unas con las otras.

Enterábase de dónde trabajaba, y con una astucia de las más torpes, salíale al paso por la mañana al ir al trabajo y por la noche al regresar a su casa; hacíase el encontradizo y le desesperaba la dificultad de su lengua tímida, que parecía rebelarse, no queriendo ser conductora de sus pensamientos. Pasó más de una semana para Juanito sin adelantar gran cosa en su propósito.

Hacíase fuerza y peleaba consigo mismo por desechar y no sentir el contento que le llevaba a mirar a Camila.