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El era el capitán, y todos debían obedecerle. Por esto respondía del buque, de la vida de sus tripulantes, de la suerte de la carga. Además, era el propietario: nadie mandaba sobre él, su poder no tenía límites. Por afecto amistoso, por costumbre, consultaba á su segundo, le hacía partícipe de sus secretos, y Tòni, con una ingratitud nunca vista, osaba rebelarse... ¿Qué significaba esto?...

Mautang se quedó un momento silencioso y despues como encontrando su réplica, repuso tranquilamente: ¡Ah! es que aquellos son enemigos y embisten, mientras que éstos... ¡éstos son paisanos nuestros! Y acercándose dijo al oido del Carolino: ¡Qué simple eres! Se les trata así para que ensayen de rebelarse ó escaparse y entonces... ¡pung! El Carolino no contestó.

Pues bien, amigo D. Carlos, es menester que V. se persuada de que Clarita, de cuyo amor hacia V. estoy convencido, está criada con tan santo temor de Dios y con tan grande, y hasta si V. quiere exagerado é irracional respeto á su madre, que por obedecerla, por no darle un disgusto, por no rebelarse, será capaz de casarse con D. Casimiro, aunque se muera de amor por V. al día siguiente de casada, aunque su vestido de boda sea la mortaja con que la entierren.

Pero ¿por qué conjeturar lo que produciría, si basta y sobra con lo producido? ¡Y tanto como basta! Los más brillantes periodistas argentinos son hijos de Fígaro, si no en otra cosa, en la audacia para romper viejos lazos, derribar arcaicas supersticiones y rebelarse contra los antiguos e innocuos catecísmos.

Es un milagro del Cielo el que la ha conservado a usted, y ahora que ya conozco a usted bendigo desde el fondo de mi corazón los decretos de la Providencia. Le doy las gracias, don Diego, y le reconozco a usted en ese lenguaje noble y religioso. Es usted demasiado buen cristiano para rebelarse contra un milagro. Pero, ¿no siente usted ningún disgusto?

Han procedido de aquí muchas reclamaciones, que hemos satisfecho con longanimidad lastimosa, por donde los rebeldes, al ver la protección triunfante que se les otorga y la condescendencia con que España la acepta y paga, desdeñan á España y reciben alicientes y estímulos para rebelarse contra ella.

Los españoles que allí residen, y hasta los mulatos y negros, ya libres y españolizados, no tienen fundado motivo para rebelarse, como no aspiren a algo a modo de suicidio colectivo y como de casta, porque es evidente que con la protección y la cercanía de los Estados Unidos, a los veinte años o antes de la nominal independencia de Cuba, no quedará en Cuba un palmo de tierra que no pertenezca a un yankee, ni paseará por las calles de la Habana, decentemente vestido, alguien que no sea yankee o que no disimule mucho su procedencia española, chapurreando la lengua inglesa.

Atacada nuestra galera por cinco fustas de Aga Mahamud había perdido mucha gente. Apenas quedaba esperanza de salvación. La chusma de forzados, moros y gentiles, que estaba al remo empezó a rebelarse, gritando en su lengua a los de las fustas que se acercasen sin temor, que ya poca resistencia hallarían y que ellos procurarían ayudarlos y salvarse.

El marido protestaba, intentando rebelarse. Pero las dos se indignaban contra él porque osaba interpretar estas diversiones inocentes de un modo ofensivo para su pudor. ¡Qué de disgustos proporcionaron las dos Marquesitas, como las llamaban en la ciudad, a la austera doña Elvira!... Mercedes, la soltera, se fugó con un inglés rico.

Pero fray Luis de Aliaga tenía el sentimiento de la virtud, la amaba y la practicaba. Comprendió que su suerte estaba decidida y la aceptó. No dió el escándalo de rebelarse contra ella. Tuvo bastante fuerza de voluntad para encerrar, para contener dentro de su alma sus pasiones, y que no se demostrasen en sus actos, ni saliesen siquiera á su semblante, ni á sus palabras.