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La misma sorpresa y casi tanta indignación que en casa del tío Goro produjo en todo Canzana la conducta de Nolo, por más que muchos sabían á qué atribuirla. En Entralgo lo mismo. Flora se hallaba tan enfurecida que no hablaba de otra cosa y calentaba las orejas al pobre Jacinto de un modo que éste casi maldecía ya de su parentesco con el ingrato mozo de la Braña.

La doctora maldecía á los italianos pensando en Alemania; yo los maldije pensando en ti, viéndome obligada á seguir á mi amiga, á preparar la fuga en dos horas, por miedo á la indignación del populacho... Mi única satisfacción fué al enterarme de que veníamos á España. La doctora se prometía hacer aquí grandes cosas... Yo pensé que en ningún lugar me era más fácil volver á encontrarte...

-En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal -dijo don Quijote-, porque antes la bendigo y bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso. -Tan alta es -respondió Sancho-, que a buena fe que me lleva a más de un coto.

En resolución, viéndose don Quijote atado, y que ya las damas se habían ido, se dio a imaginar que todo aquello se hacía por vía de encantamento, como la vez pasada, cuando en aquel mesmo castillo le molió aquel moro encantado del arriero; y maldecía entre su poca discreción y discurso, pues, habiendo salido tan mal la vez primera de aquel castillo, se había aventurado a entrar en él la segunda, siendo advertimiento de caballeros andantes que, cuando han probado una aventura y no salido bien con ella, es señal que no está para ellos guardada, sino para otros; y así, no tienen necesidad de probarla segunda vez.

No tenía miedo, pero maldecía la hora en que se le ocurrió entrar en la taberna, sitio extraño que parecía robarle su energía. Aquí había perdido aquella entereza que le animaba cuando sentía bajo sus plantas las tierras cultivadas á costa de tantos sacrificios y en cuya defensa estaba pronto á perder su vida.

Muchos días maldecía de su barbarie, pero no se determinaba a marcharse. Decidió en su fuero interno que la culpa de todo era de Bautista y esta decisión le tranquilizó. ¿Dónde se ha metido ese hombre? se preguntaba.

Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada: espantábase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser. "No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano."

Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, por que me maldecía, y fue no dejalle sin narices, pues tan buen tiempo tuve para ello que la meitad del camino estaba andado; que con sólo apretar los dientes se me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza, y no pareciendo ellas pudiera negar la demanda.

Sin embargo, a los pocos años de estar en la Habana el muchacho, su mala conducta hizo que le dejaran cesante, y asaetaba a cartas a su madre pidiéndole dinero. La madre, que apenas tenía para y para Pepita, se desesperaba, rabiaba, maldecía de y de su destino con paciencia poco evangélica, y cifraba toda su esperanza en una buena colocación para su hija que la sacase de apuros.

Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, por que me maldecía, y fue no dejalle sin narices, pues tan buen tiempo tuve para ello que la meitad del camino estaba andado, que con solo apretar los dientes se me quedaran en casa y, con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza, y no paresciendo ellas, pudiera negar la demanda.