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Barret, animado por la posesión de un nuevo rocín joven y brioso, volvió con más ahinco á su trabajo, á matarse sobre aquellos terruños, que parecían crecer según disminuían sus fuerzas, envolviéndolo como un sudario rojo.

Pero en cuanto Mauricia hablaba, adiós ilusión. Su voz era bronca, más de hombre que de mujer, y su lenguaje vulgarísimo, revelando una naturaleza desordenada, con alternativas misteriosas de depravación y de afabilidad. ii Después que se reconocieron, callaron un rato, trabajando las dos con igual ahínco.

Esto de tener buena sombra fue mi única ambición desde entonces, y me esforcé con ahínco en alcanzar la ventura de poseerla. Pero mis chistes y equívocos, preparados con anticipación en la soledad de mi cuarto, no tenían éxito feliz en el Oriental. Ni una comedia que también forjé y les leí, reuniéndolos al efecto en casa y regalándolos con cigarros y copas de manzanilla, logró su aprobación.

Todos los hombres, por ejemplo, saben hablar y escribir, pero no todos manejan la lezna y el tirapié, como no se apliquen a ello con ahínco y constancia. De aquí que, en cierto sentido, pueda bien afirmarse que es más difícil hacer un zapato que componer un poema.

Se refiere de Pascal que habiéndose dedicado con grande ahinco á las matemáticas y ciencias naturales, se cansó de dicho estudio á causa de hallar pocas personas con quienes poder conversar sobre el objeto de sus ocupaciones favoritas.

Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, por parecerle -como era así verdad- que en todos los días de su vida había visto tan hermosa criatura; y así, preguntó al cura con grande ahínco le dijese quién era aquella tan fermosa señora, y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales. -Esta hermosa señora -respondió el cura-, Sancho hermano, es, como quien no dice nada, es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual es que le desfaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho; y, a la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle esta princesa.

«¿Qué dices , chiquitín de la casa?... gloria mía... A ver, ¿tiene el niño mucha hambre...? ¡Ay qué pico me abre este hijo!». Y los trinos ensordecían la casa. Con verdadero ahínco, Maximiliano seguía torneando en su cabeza las ideas de la noche anterior. «La mataré a ella y me mataré después, porque en estos casos hay que poner el pleito en manos de Dios. La justicia humana no lo sabe fallar».

Smiles y yo oímos la conversación; al dejar de distinguirse las dos voces, Smiles me dijo: No han encontrado nada. Es indudable. No supe si alegrarme o entristecerme; no habiendo encontrado el tesoro, nos buscarían con más ahinco. Al hacerse de noche salimos de nuestro escondrijo, y, metiéndonos en la arena hasta la cintura, avanzamos por la playa. ¿Con qué objeto? No teníamos ninguno.

Juana cortó con segura destreza la levita y el traje de mujer, y madre e hija y dos oficialas trabajaron con tal ahínco, que el tres de agosto, víspera del santo, levita y vestido de mujer estaban terminados. Cuando aquella noche vino don Paco de tertulia, le dieron la sorpresa de enseñarle la levita. El casi se enojó, y hasta se le saltaron las lágrimas de puro agradecido.

¡ que me acuerdo! repetía Diógenes con grande ahínco . Usted fue muy bueno para , y me quería, ¡oh, !, me quería mucho..., y me enseñó a rezar el Bendita sea tu pureza, y luego las tres Ave Marías... que decía usted alcanzaban de la Virgen misericordia...