United States or Iraq ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ahora eche fuego por los ojos y espuma por la boca, grite usted, enciéndase usted, mueva usted los brazos en todos sentidos y estremézcase usted de cólera y rabia... ¡Vamos, hombre, vamos...! ¡Quosque tandemEl pobre chico no pudo encolerizarse por más que hacía, lo cual le valió algunos razonables coscorrones.

Hacíase, mientras duraba la benéfica influencia del alcohol, alegre, comunicativo, conciliador; ninguna palabra le molestaba, nada le parecía suficiente motivo para encolerizarse.

Ni aun le quedaba el derecho de encolerizarse y desahogar su rabia apellidándola pérfida, traidora, como acontece en la mayoría de los casos. María no era culpable de nada, absolutamente de nada. Su conducta, digna de elogios; y advertía que la villa entera los tributaba espontáneos y calurosos. Quizá en esta idea encontraba el joven marqués el único consuelo posible.

Comprendió que le sobraba razón para encolerizarse y por un impulso noble de su naturaleza espontánea y justiciera le tendió la mano diciendo: Perdona, Manolo. Tengo el genio demasiado vivo y cuando me enfado digo cosas que nunca he pensado. El caballero de Medina te estrechó la mano, habló pocas más palabras y se despidió al cabo de algunos minutos con bastante frialdad. La boda de Pepa.

Pensando en esto, algunas veces llega a encolerizarse. Mas al cruzar de nuevo por delante de él le veía tan risueño, tan feliz, con tales deseos de saludarla, que el negro fantasma de la soberbia se desvanecía y entraban de nuevo en su pecho a torrentes la simpatía y el caprichoso deseo de amar y ser amada de aquel niño. ¿En qué pararía todo aquello? En nada probablemente.

Estos rumores llegaron á oídos de Roussel, que empezó por encolerizarse, pero después tomó el partido de reirse de ellos, contando con que la gente que le conociese no daría crédito á tan ridícula especie. Pero si la credulidad pública rechaza con fastidio lo que redunda en ventaja del prójimo, acepta con apresuramiento lo que viene en su perjuicio.

Podía ser golpeado, escupido; permanecería siempre igual; guiñaría los ojos con mayor ligereza, y nada más. Al día siguiente, todos se reirían de aquella cara: los colegas, los discípulos, los porteros. Su mujer se reiría también. Hubiera querido encolerizarse, llorar, romper el espejo, hacer algo violento; pero su alma estaba vacía, sin vida.

Esta pobre mujer, después de tantas experiencias, aún no había escarmentado y seguía cayendo inocentemente en los lazos que para reirse de ella le tendía aquél. Ahora la querella se había producido porque Antonio la había llamado en son de desprecio femenina. Oye, guasón, á no me digas eso respondió María, preparada á encolerizarse.