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Me hablaba poco de él mismo y sólo en términos vagos para decirme que trabajaba, que hallaba grandes obstáculos, pero que esperaba llegar a buen término.

¡Feliz! ¡Y tienes el valor de decirlo! ¿Quién puede ser feliz contigo? ¡Ni la última de las mujeres!... ¡Pobre diablo! concluía con risa nerviosa, yéndose. Kassim trabajaba esa noche hasta las tres de la mañana, y su mujer tenía luego nuevas chispas que ella consideraba un instante con los labios apretados. ... ¡no es una diadema sorprendente!... ¿cuando la hiciste?

Y esto proveido, Inca Yupanqui estuvo algunos dias, mientras en el aderezar de las tierras se daba órden, holgándose y recreándose viendo como cada uno trabajaba y aderezaba la parte que le habia cabido, y al que via que con algun trabajo lo hacia, dábale ayuda.

Pero este hecho tiene su historia característica. Trabajaba de peón en Mendoza en la hacienda de una señora, sita aquélla en el Plumerillo. Facundo se hacía notar hacía un año por su puntualidad en salir al trabajo y por la influencia y predominio que ejercía sobre los demás peones.

Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz de ahogar a Tirso entre las manos. El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena.

Dicen que no trabajaba bien cuando no había visto por la mañana a «la hijita». El no le decía «Nené», sino «la hijita». Cuando su papá venía del trabajo, siempre salía ella a recibirlo con los brazos abiertos, como un pajarito que abre las alas para volar; y su papá la alzaba del suelo, como quien coge de un rosal una rosa.

El tío Tremontorio trabajaba en sus redes al balcón algunas veces, pero siempre mudo y silencioso, cual era su carácter cuando sus convecinos le dejaban en paz y entregado á sus naturales condiciones. Los dos viejos del segundo piso se daban muy pocas veces á luz, y en algunas de ellas vi enrojecidos los arrugados y enjutos párpados de la mujer de Bolina.

Era inmensamente rico: ¿por qué no mantener un lujo que era la suprema ilusión de todas ellas?... No le ofendía que de este lujo disfrutasen sus sucesores. Experimentaba un orgullo de dios al hacer sentir á todas horas su generosidad sin dejarse ver. En París, una joyería dirigida por un judío de origen español trabajaba solamente para los regalos del príncipe.

Los golpes redoblados del hacha hicieron resonar el bosque durante siete dias consecutivos; dirigia yo entre tanto los trabajos de los indios y trabajaba á la par de ellos para animarlos con mi ejemplo, hasta que el soberano de los árboles de aquellos contornos se vió trasformado en una lancha bastante espaciosa.

Doña Manuela había pensado en ello; pero tuvo en cuenta que era preciso levantar del lecho a don José, disponer la comida y arreglar los cuartos: además consideró que, como Millán trabajaba durante la semana y aprovechaba los domingos para ver a Leocadia, tal vez ésta perdiese la visita del novio, si se le ocurría venir temprano.