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El espasmo periférico con frio, escalosfríos, pulso lento y duro, es de mas duracion que en cualquiera otro medicamento pirético, y solo cesa cuando el calor, mas ó menos general, anuncia la participacion del corazon en la afeccion: así, pues, la sensacion de frio se desarrolla en la cama y dura toda la mañana; el frio interior que siente al despertar persiste por todo el dia; se manifiesta un violento frio al bostezar y recorre todo el cuerpo; una sensacion de calor incomoda é impide dormir; hay accesos de calor angustioso, y tambien interno con frio general y seco que concluye por hacerse insoportable; pero el frio sobreviene al moverse en la cama y destaparse; la sensacion de calor seco recorre el dorso; se presenta por la noche un sudor de olor ágrio, pasajero, angustioso, general y con frecuentes interrupciones; hay, en fin, sensacion de frio, aun cuando se tenga un calor regular.

No si expresarme, Magdalena; hacia tu padre siento a un tiempo gratitud, respeto y cariño acendrado; pero has de convenir conmigo en que un compañero de viaje, debe inspirar otro sentimiento que el de la veneración. No hay cosa más incómoda en semejantes circunstancias que las reverencias del respeto.

Penetra la claridad por el techo de cristal; la sala es pequeña e incómoda, con cierto aire de templo y de colegio. Los diputados se sientan en largos bancos estrechos, sin divisiones ni mesas por delante. El speaker está metido en un nicho análogo a aquellos en cuyo fondo brilla una divinidad mongólica.

Y todavía creemos que andaba su esposo algo exagerado en este punto; porque doña Martina supo muy bien, al cabo de pocos años, recibir a los amigos de su esposo con dignidad, ya que no con distinción, y supo también preparar una mesa con elegancia y pasear en carretela por la Castellana sin ir rígida e incómoda en el asiento; aprendió igualmente a no dormirse en el Teatro Real y a saludar a sus amigas desde lejos abriendo y cerrando repetidas veces la mano; ofrecía la casa bastante bien, aunque siempre con las mismas frases; se enteraba de las últimas modas y se las aplicaba; se echaba polvos de arroz y se pintaba las cejas cuando iba a algún sarao; por último, aunque con marcado acento español, había llegado a hablar medianamente el francés.

El mejor sitio para ancorar las naves, que hubieran de ancorar aquí, es al oeste de la isla de Pinguinas, al abrigo de la isla de Olivares; y si hubiere una ó dos naves, se pueden meter entre la isla de los Pájaros y la tierra firme. Aunque hay en este puerto algunas ráfagas de viento fuerte, que se cuela por medio de los cerros, no incomoda las naves, ni levanta marejada.

Tanto creo en la virtud del tema elegido para la obra, que un asunto digno y hermoso es el mejor hallazgo que un artista puede tener en su vida; es un verdadero presente de los dioses. ¡Cuántos grandes poetas yacen olvidados por no haber gozado de esta felicidad! ¿Qué sería hoy de Cervantes si su incómoda permanencia en Argamasilla y la relación con algún tipo original no le hubieran sugerido el carácter de Don Quijote y el de Sancho Panza?

No lo crea usted. ¿Y usted qué dice, Ronzal? Yo... distingo... si el bajo es cantante.... Pero a no me vengan ustedes con música... ¿saben ustedes lo que yo digo? «Que la música es el ruido que menos me incomoda.... ¡Ja! ¡ja! ¡ja! Además, para tenor ahí tenemos a Castelar... ¡ja! ¡ja! ¡ja!».

Y en un instante quedó la estancia en la obscuridad más completa: cada consejero o wazir dió un soplo tan fuerte a la antorcha más inmediata, que la mató en un punto, y tanto viento agitado hizo vibrar las puertas como si hubiese un terremoto. Entonces dijo Ben-Farding , hermano Mohamad, ya pueden destocarme de esta caperuza que me cobija, que por cierto ya me incomoda.

Acaso la novedad del lecho, su propia blandura, hicieron en Lucía el efecto que suelen hacer en las personas habituadas a la vida monástica, de quienes se puede decir con paradójica exactitud que la comodidad les incomoda. Al despertar a Lucía con un bol de café con leche, diole la camarera, por primer noticia, la de que monsieur Miranda no había venido en el tren de España.

El cántico de Violeta tornó a aparecer lleno de dulzura melancólica y de pasión. La voz de María sollozaba de tal suerte al interpretarlo, que el corazón se oprimía y las lágrimas brotaban en los ojos. Un solo perro, el del comercio de quincalla, siguió ladrando con persistencia sumamente incómoda, pues la voz de la cantante no acababa de llegar a los oídos del público con la debida pureza.