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Trabado en su marcha por una fuerza de milicianos que se habia organizado de Sangarara, los atacó, y obligó á asilarse del templo, donde se defendieron hasta sepultarse bajo los escombros del edificio, que se desplomó sobre sus cabezas. Esta ventaja, poco considerable en misma, dió alas á la anarquia, que se propagó hasta la provincia de Chichas.

Luego, abatida por este esfuerzo, se desplomó en su lecho, diciendo con apagado acento: ¡Dios mío! No permita Tu bondad que nunca sepa que cuando he visto a mi prima he sentido deseos de que ella muriese también conmigo. El ministro del Señor, acompañado de su séquito, salió de la estancia. Reinó en ésta un silencio que nadie se atrevía a interrumpir.

Como soy, que es la verdad exclamó éste colorado ; informaos, si queréis, de más de cien personas que presenciaron el lance. Aseguro que una acacia entera y verdadera se desplomó sobre mi pobre Erín. Por fortuna estaba colocado de tal manera, que evitó el choque del tronco, pero quedó preso entre las ramas, como un pájaro en la jaula.

Á estos gritos desgarradores respondían lúgubremente los aullidos del perro que daba vueltas en torno de la hoguera, espantado y trémulo. Un espectador se desplomó y cayó con ruido sordo sobre el césped. Todos acudieron á aquel sitio. Era el señorito Octavio que se había desmayado. Inmediatamente que lo levantaron recobró el conocimiento.

Los árboles crecen lentamente, sobre todo en las montañas, pero en los caminos del alud no nacen. Verdad es que á fuerza de trabajo se podría sujetar á la nieve en las altas pendientes y precaver así el desastre de su desplomo á los valles.

Esta lágrima lo dijo todo... Misia Casilda se desplomó en los brazos del desventurado don Pablo Aquiles, y éste, bajo el peso de su hermana y de su pena, se postró en tierra, llorando... y Agapo, por la primera vez de su vida, sintió en el corazón la cruel picadura del dolor. ...y se encerró en su cuarto, con doble vuelta.

Yo volveré pronto, te lo juro. ¡Y quién sabe!... vendrás allá... más adelante: cuando yo sepa cuál puede ser mi suerte. Ella se soltó bruscamente de su brazo, anduvo algunos pasos titubeante, y casi se desplomó sobre un banco. Su diestra, oprimiendo un minúsculo pañuelo, pasó entre el velillo y el rostro para cubrirse los ojos.

El Hombre-Montaña levantó una mano y, antes de que los aviadores lograsen enviar de nuevo su lazo metálico, asestó á la máquina una pedrada certera. El ave mecánica se desplomó herida, flotando algunos momentos sobre la copa azul del puerto, mientras las matronas reservistas se salvaban á nado.

Pasó con prodigioso salto por encima de la familia, galopando furiosamente á través de los campos. Iba instintivamente en busca de la acequia, y cayó en ella con un chirrido de hierro que se apaga. Tras él, arrastrándose cual un demonio ebrio y lanzando espantables gruñidos, salió otro espectro de fuego, el cerdo, que se desplomó en medio del campo, ardiendo como una antorcha de grasa.

Entonces, adivinando instintivamente que la mujer lo había traicionado, tomó el trabuco por el cañón y lo dejó caer pesadamente sobre la infeliz, que se desplomó con el cráneo destrozado. MA