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Actualizado: 19 de junio de 2025
Al cabo de un instante dijo otra vez: Esta loca tiene miedo de mí, que vengo á salvarla, mientras que los otros la engañan y la pierden. Ni un aliento, ni un rumor que revelase la presencia de un ser viviente. La cólera se apoderó de Sorege. Se levantó y dijo estremeciéndose de impaciencia: Aunque tenga que echar la puerta abajo, yo sabré si esta mujer se oculta de mí.
Hasta los que vociferaban contra su riqueza y poderío, le temían como á una fuerza omnipotente. El doctor, al salir de Gallarta, se abrochó el gabán, estremeciéndose de frío. El cielo plomizo y brumoso se confundía con las crestas de los montes, como si fuese un toldo gris que hubiera descendido hasta descansar en ellas.
¡Ah, no! ¡no, señor! exclamó el cocinero agonizando de terror, sudando, estremeciéndose ; yo lo diré todo. Hablad, pues. Habéis de saber, señor, que mi mujer... Pero si no se trata de vuestra mujer exclamó con impaciencia el duque. Sí, sí; ya sé, señor, que no se trata de mi mujer; pero es necesario empezar por mi mujer. Veamos, veamos; seguid.
¿Y cómo pongo yo esto en la pera? dijo Montiño, cuya voz aterrada por el miedo, apenas se oía. Introducid el veneno con la punta de un cuchillo. Montiño se dominó, tomó la pera, y con un cuchillo la hizo una hendedura. Luego, con una agonía infinita, llorando, rezando, estremeciéndose todo, tomó de aquellos polvos con la punta del cuchillo, é introdujo otra vez la punta en la hendedura.
Los carros de la caravana iban, como decía Jorge Sand, «con una rueda por la montaña y otra por el fondo de una torrentera». El músico, arrebujado en un capote, temblaba y tosía bajo la lona del toldo, estremeciéndose con los dolorosos vaivenes. La novelista seguía a pie en los malos pasos, llevando a sus hijos de la mano en este viaje de vagabundos.
Pero era en las horas de sol, en aquel mar de cristal azul, viendo allá bajo, a través de fantástica transparencia, las rocas amarillas con sus hierbajos puntiagudos como ramos de coral verde, las conchas de color rosa, las estrellas de nácar, las flores luminosas de pétalos carnosos estremeciéndose al ser rozados por el vientre de plata de los peces; y ahora estaba en un mar de tinta, perdido en la oscuridad, agobiado por sus ropas, teniendo bajo sus pies ¡quién sabe cuántos barcos destrozados, cuántos cadáveres descarnados por los peces feroces!
Pero es una cosa enorme... que yo no quisiera creer..., que no la creo respondió estremeciéndose; y en seguida, con un timbre de voz indefinible, porque me sonaba a todo lo siniestro, desde la maldición hasta el quejido, preguntome, con sus ojos anhelantes fijos en los míos asombrados : Dime, madre, ¿es verdad que tú eres... mala?
Y los dos, fuertemente abrazados, volvían a reír, estremeciéndose sus carnes desnudas bajo la manta, rozándose con el temblor del regocijo sofocado. Sonó largo rato un murmullo en la vecina habitación. El señor Vicente rezaba sus oraciones. Luego, un ronquido fatigoso cortó el silencio. Los amantes no durmieron. Reían de este roncar grotesco interrumpido por largos suspiros.
Al terminar el siglo XIX, cuando nadie cree ya en nada, no puede menos de hacer brillante efecto un justiciero, un enderezador de entuertos. Marenval escuchó el relato de Tragomer con una atención apasionada, palpitando por sus episodios y estremeciéndose por sus peripecias.
Entre el humo y los fogonazos viose a Marieta erguirse como impulsada por un resorte y desplomarse con un pataleo de agonía que desordenó sus ropas. En la masa negra e inerte quedaron al descubierto las blancas medias de seductora redondez, estremeciéndose con el último estertor.
Palabra del Dia
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