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Entonces, aquel río de furias desgreñadas, aquellas turbas harapientas, atajaron el paso al coche, y sobre las magníficas faldas de las damas, pálidas de sorpresa y medio muertas de miedo, comenzó a caer en lluvia pastosa y sucia el barro arañado de entre los adoquines o cogido en las socavas de los árboles; y empezaron a silbar por el aire trozos de cascote, escuchándose los rugidos de las amotinadas, que vociferaban: ¡Mueran los ricos!

¡La galerna...! ¡La galerna...! vociferaban. ¿Eran alquiladas estas personas? Yo tampoco lo he creído nunca; pero lo cierto es que todos los entusiasmos por la Naturaleza se amortiguaban de un golpe. ¿Lo ven ustedes? Si aquí no se puede salir... No hay más remedio que meterse en el Casino...

¡Lo mismo digo! gritaron otras muchas voces alrededor de Simón . ¡Fuera ese artículo! ¡Abajo la comisión! ¡Orden! gritaba el presidente dando bastonazos sobre la mesa. ¡Afuera la canalla! vociferaban los señores propietarios, encarándose con la masa tabernera. ¡Abajo los tiranos! gritaban algunos caldistas desde lo último de la sala . ¡Viva el pueblo que trabaja!

Vio grandes salones de luz cenital con hemiciclos de bancos, y en ellos centenares de hombres que hablaban, vociferaban y gesticulaban en la ruidosa labor de confeccionar leyes.

Hasta los que vociferaban contra su riqueza y poderío, le temían como á una fuerza omnipotente. El doctor, al salir de Gallarta, se abrochó el gabán, estremeciéndose de frío. El cielo plomizo y brumoso se confundía con las crestas de los montes, como si fuese un toldo gris que hubiera descendido hasta descansar en ellas.

Su pobreza ansiaba vengarse en esta noche extraordinaria, y todos ellos vociferaban dirigiéndose a los cafés llenos de gente acomodada, a los clubs donde se reunían los señoritos: ¡Aquí están los macarenos! ¡Que vengan toos a ver lo mejó der mundo! ¡Viva la Virgen!

En tanto las tropas avanzaban despejando la plaza, y algunos eran tan osados, que delante de los caballos oponían resistencia y vociferaban apostrofando á Morillo y á su gente. ¡A esos que gritan! dijo el que mandaba el piquete. Arremolinóse el gentío. Muchos corrieron á escape. Otros dieron vueltas, arrastrados por la oleada, ó permanecieron turbados sin saber qué partido tomar. Lázaro calló.

Las mujeres vociferaban en torno del féretro, iracundas, llorosas, como si el rudo sol del verano mordiese con agresiva demencia sus cabezas despeinadas. ¡Ladrones! ¡ladrones! ¡A Madrid! ¡A arrastrar a los asesinos!... Otras señalaban el féretro con trágicos ademanes de plañidera.

Alzábase cerca de la estación una venta con honores de posada, y junto a su puerta, sentados en torno de dos mesillas mugrientas e inseguras cubiertas de jarrillos de vino, bebían y vociferaban hasta media docena de arrieros y zagales.

De una taberna, donde vociferaban media docena de hombres entre humo y vapores alcohólicos, salió una exclamación que así decía: «Ya todos somos iguales», cuya frase hirió de tal modo el oído, y por el oído el alma de Isidora, que dio algunos pasos atrás para mirar al interior del despacho de vinos.