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Las bayonetas brillaban al sol, el cañon de los fusiles se calentaba y las hojas de salvia, puestas en los capacetes, apenas bastaban para amortiguar los efectos del mortífero sol de Mayo. Privados del uso de sus brazos y pegados unos á otros para economizar cuerda, los presos marchaban casi todos descubiertos y descalzos: el que mejor, tenía un pañuelo atado en torno de la cabeza.

¡Y yo exclamó Antonia, aquí en esta casa desierta me quedo con mi hermana... y con el remordimiento de mi amor! agregó separándose de la ventana para no ver la partida de los coches y con la mano puesta sobre el corazón como queriendo amortiguar sus latidos. «Lille, 16 de septiembre.

me darás la cítara enlutada con las cuerdas que vibran la elegía, para endulzar de mi nación las penas y el ruído amortiguar de sus cadenas.

Para amortiguar su pena intentaron embellecer el próximo viaje con reminiscencias románticas y optimismos tradicionales.

El bueno del asistente, en el mejor lenguaje que pudo, y con los preparativos y rodeos que le parecieron del caso para amortiguar el golpe, dió á la chacha Victoria la triste noticia de que el cadete, cuando iba ya á ver colmados sus deseos, cuando iba á ser ascendido á capitán, en vísperas de la paz, en la rota de Trebia, había caído atravesado por la lanza de un croata. No murió en el acto.

Faltábale tiempo de madurar el plan: lo que importaba era obrar con celeridad y no arredrarse ante obstáculo alguno. Se deslizó sin ser visto por la cocina, y subió la escalera a escape. Llegado que hubo a las habitaciones altas, residencia de los señores, de tal manera supo amortiguar el ruido de sus pisadas, que el oído más fino lo confundiría con el susurro del aire al agitar una cortina.

Otras veces las limosnas que hacía la duquesa ocupaban su imaginación, hasta el punto de amortiguar todos sus pensamientos. Margarita quiso solemnizar la senaduría concedida a su esposo dando a los pobres una gruesa suma, y Lázaro fue el encargado de distribuirla.

Estuvo escribiendo, borrando, añadiendo y limando para que, sin faltar á la verdad este era su especial mérito de periodista resultase todo épico, grande para los siete dioses, cobarde y bajo para el desconocido ladron, «que se había ajusticiado á mismo, espantado y convencido en el mismo instante de la enormidad de su crímen». Interpretó el acto del P. Irene de meterse debajo de la mesa, por «arranque de valor innato, que el hábito de un Dios de paz y mansedumbre, llevado toda la vida, no había podido amortiguar»; el P. Irene quería lanzarse sobre el criminal y tomando la línea recta pasó por el submesáneo.

Algunas veces llegaba a olvidarse de la existencia de La Rinconada y de sus habitantes. Montados en briosos caballos, salían doña Sol y él, con los mismos trajes que el día en que se conocieron, unas veces solos y otras en compañía de don José, que parecía amortiguar con su presencia el escándalo de las gentes ante esta exhibición.

Pero de la otra, que es la de mi hija inocente... ¡Dios bendito!... Yo no si habrá en el mundo remedio que alcance a cicatrizarla: sospecho que no; pero de algo que puede combatir el veneno y amortiguar los dolores; y con esto, aunque mal, ya se vive... Pues ese bálsamo milagroso está aquí, en una palabra, en una mirada, en un latido del corazón de ustedes; y yo vengo a preguntarles: ¿a costa de qué sacrificios, de qué humillaciones, de qué penitencias, le puedo adquirir para que viva la desventurada Luz?