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¿Qué será de las Filipinas dentro de un siglo? ¿Continuarán como colonia española? Si esta pregunta se hubiera hecho tres siglos atrás, cuando, á la muerte de Legazpi, los malayos filipinos empezaron poco á poco á desengañarse, y encontrando pesado el yugo intentaron vanamente sacudirlo, sin duda alguna que la respuesta hubiera sido fácil.

Si cuando chicos no les maleó el exceso de libertad, de grandes no les doblegó la desgracia; ni tampoco intentaron, por salir de apuros, vadear malamente aquella torcida corriente de su vida que comenzaba a encresparse.

Dos horas de noche, estando cerca del pueblo de los Sivisicosis, intentaron huir, con sus muyeres é hijos, pero el general despachó una lengua, para que se estuviesen quietos en sus casas, y sin miedo alguno, que no se les haria daño: y así lo hicieron.

Y defendía sus convicciones con el entusiasmo místico de todos los que en la Historia intentaron imponer una creencia; con la fe de los guerreros de la Cruz y los del Profeta; con la tenacidad de los inquisidores y de los jacobinos.

Los soldados son así explicó el tío Correa . Allá donde van se lo comen todo, y lo que no se comen lo rompen ó se lo apropian. Cuando ven á una mujer sienten excitado su heroísmo, lo mismo que si oyesen sonar el toque de asalto.... Total: que algunos más atrevidos intentaron unir los actos á las palabras, abrazando á Eva.

Los otros dos grumetes que quedaron, Por ser con el mulato en la huida, Y haber ya confesado la intentaron, Estando ya su causa fenecida, A muerte les condenan; y apelaron, Llam

No obstante, el santo mártir P. Pedro Romero, español, y el infatigable Misionero P. Joseph Orighi, hermano del eminentísimo señor Agustín Orighi, y tío del eminentísimo Orighi, que vive al presente, quisieron volver á promulgar el Evangelio entre los Guaycurús, y sin tener cuenta de sus propias vidas, intentaron, con increíbles trabajos y fatigas, domesticar su innata fiereza; pero sin hacer más fruto que bautizar algunos párvulos, se vieron obligados á retirarse.

Este mismo desacato intentaron hacer con el P. Comisario, previniendo 600 hombres para irlo á buscar en el pueblo donde residía, y habiendo sido avisado por cinco voces del eminentísimo peligro de su vida, hubo de retirarse prudentemente, entendiendo que su presencia irritaba su furor y que con su retiro podría serenarse aquella ciega pasión.

No tuvo el cinismo de mandarme a los tres que antes intentaron asesinarme, pero diputó la otra mitad del sexteto, Laugrán, Crastein y Ruperto Henzar, los ruritanos.

«¿A que no me aciertan ustedes en dónde estoy? dijo el pobre demente . Me he caído del Cielo sobre un tejado. ¿Qué hace mi mujer ahí que no viene en mi socorro?». Pues señor, ¡bonita noche! repetía doña Lupe, echando un suspiro por cada palabra. Intentaron acostarle. Pero no fue posible. Se les escapaba de las manos, con viveza de niño, que a veces parecía agilidad de mono.