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Había acudido doña Guiomar desasosegada y con disgusto a la visita del señor Ginés de Sepúlveda, al que encontró todo mezquino y encogido, y tan espantado como quien se cree en un gravísimo peligro.

Ha sido efecto de una fuerte impresión moral. Debió ser terrible observó el barón . ¿Y qué se la causó? Una palabra de vuestro rey Luis XIV. ¿Qué palabra? insistió el barón espantado. El célebre dicho contestó Rafael «YA NO HAY PIRINEOS». Con tanto como se hablaba en las tertulias acerca de la nueva cantatriz, se ignoraba un hecho significativo, que había ocurrido aquella misma noche.

Estaba tan amenazador, que Bobart, espantado, permaneció en su butaca sin hacer un movimiento, sin pronunciar una palabra. Le doy á usted un minuto para decidirse á responder. Dentro de un minuto le haré á usted responsable de la emboscada que aquí se ha ejecutado. ¡La emboscada! exclamó Bobart, fuera de por el terror. ¿Quién la ha preparado? ¡Ah! ¿Usted sabe, pues, lo que ha sucedido?

Romadonga sintió un escalofrío mortal correr por sus venas. Volvió el rostro espantado y se encontró con la mismísima Concha. Instintivamente puso las manos por delante. ¡No seas tan jindamón, hombre! profirió la chula con voz ronca, apoyándose en cada sílaba y mirándole de arriba abajo con ojos torvos, despreciativos. ¿No ves que soy una mujer?

Pero la noche que precedió al triste día de mi partida, ella lloró, gimió y suspiró, y se fue, y me dejó lleno de confusión y sobresalto, espantado de haber visto tan nuevas y tan tristes muestras de dolor y sentimiento en Luscinda. Pero, por no destruir mis esperanzas, todo lo atribuí a la fuerza del amor que me tenía y al dolor que suele causar la ausencia en los que bien se quieren.

Montiño estaba espantado con lo que veía, y sobre todo de la buena suerte de su sobrino. Conque dijo Lerma , ¿sabéis todo lo que debéis hacer? , señor. Seguir averiguando cuanto pudiere. Eso es. Procurar introducirme en la casa de esa dama. Eso es. Dar á mi sobrino esta cruz, y mandarle que venga á dar á vuecencia las gracias. Eso es.

No quiero que se nos robe más tiempo. Hubo un silencio solemne. Bonis no vaciló en compararlo al que precede a la tempestad. Por de pronto, era el que trae consigo lo sorprendente, lo inaudito. Comprendía Reyes que estaba allí solo, que los Valcárcel y sus futuros afines los Körner se lo comerían de buen grado. No era que él no estuviera azorado, casi espantado de su audacia; lo estaba.

Quedó molido Sancho, espantado don Quijote, aporreado el rucio y no muy católico Rocinante; pero, en fin, se levantaron todos, y don Quijote, a gran priesa, tropezando aquí y cayendo allí, comenzó a correr tras la vacada, diciendo a voces: ¡Deteneos y esperad, canalla malandrina, que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacerle la puente de plata!

Miróle el rey Buby muy espantado, y Ratón Pérez, al verle despierto, quitóse el sombrero hasta los pies, inclinó la cabeza según el ceremonial de corte, y en esta actitud reverente esperó á que Su Majestad hablase. Pero S. M. no dijo nada, porque el discurso se le olvidó de pronto, y después de pensarlo mucho, tan sólo acertó á decir algún tanto azorado: Buenas noches...

Irguiose, y sin ser visto ni sentido por la doncella, fue a echarse solo sobre la cama, y a soñar en aquel beso que Beatriz había espantado con su grito, en aquella boca tentadora y terrible que palpitaba y mariposeaba desde entonces por delante de su alma. A la mañana siguiente, a la hora de costumbre, Ramiro encaminose a la calle de Beatriz. Pasó y repasó muchas veces por delante del palacio.