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Usted es mi hija, ¿lo oye usted?, y tendremos ocasión de probárselo. El conde insistió sobre la necesidad del viaje y el doctor hizo coro con él. Además añadió el señor Le Bris , la duquesa no nos sería precisamente útil. Dos enfermos en un mismo carruaje no permiten adelantar mucho. El viaje que es conveniente para usted, sería perjudicial para la señora duquesa.

Ya hemos hecho las paces. Como de lejos mamá no podía ver su palidez ni la ridícula mueca que él pretendía ser beatífica sonrisa, todo fué bien. ¿No le pegaste, no? insistió aún mamá. No. ¡Si fué una broma! Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma comenzaba a ser la mía para el padrastrillo.

Y luego que se acercó tomándole una mano entre las dos suyas amarillas, descarnadas, exclamó mirándola con fijeza terrible a los ojos: ¡Me muero, hija, me muero! ¿No es verdad que lo sientes?... ¿por lo menos que no te alegras? ¡Oh, mamá! que no te alegras insistió con ansiedad sin apartar su mirada de los ojos de la joven. ¡Mamá, por Dios! exclamó ésta aturdida y aterrada a la vez.

Se te figurará a ti insistió secamente Bermúdez ; pero yo que te hace daño... Tiene razón don Alejandro se permitió decir Leto como si tratara de congraciarse con él . Dentro estará usted mejor. Y pasaron los dos al saloncillo, donde se aburrían soberanamente los tres señores mayores. La tertulia se acabó poco después...

Por algo sus hermanos, cuando reñían con ella, la apellidaban «cardo» y «puerco-espínAndrés, que la iba entendiendo, no insistió, y mudando de conversación, procuró hacerla reír recordando las simplezas del criado o algún dicho malicioso de Rafael. La charla entonces se animó.

Vamos al cielo, vida mía respondió la desdichada con los ojos nublados por las lágrimas. ¿Vamos con papá? No pudo responder; se le hizo un nudo en la garganta. ¿Vamos con papá? insistió el chiquito. Detúvose un instante para tomar aliento. , vamos a verle, rico mío dijo al cabo. ¿No quieres ir al cielo con él? No; yo contigo.

Me sentí espantada hasta el fondo del alma por misma quizá tanto como por ella; me negué con toda la energía que pude encontrar en ; pero ella insistió, y, ante la amenaza que me hizo de revelar a la familia mi correspondencia con Roberto, tuve que consentir de grado o por fuerza. Entonces vinieron días tristes; Marta vagaba, semejante a un fantasma.

Amaury permaneció silencioso. ¿Qué contestas a eso? insistió el anciano. Que es ésta una cuestión muy grave y vale la pena de meditarla con calma. Conozco a la mayoría de los jóvenes de la nobleza... Vamos a ver: nombra algunos. El joven buscó los ojos de Antoñita para interrogarla, pero ésta apartó rápidamente la mirada.

Y ahora dijo Laura después de un silencio les pediré un favor, muy en serio. Quiero que delante de , ahora que todo está explicado, y para que no haya entre nosotros ninguna cosa ambigua, se den los dos un abrazo de reconciliación. Ambos quedaron inmóviles. Pero Laura insistió, suplicó, y al fin tendió hacia Julio su mano, voluntariosamente. Entonces él obedeció.

La gratitud de Obdulia no tenía límites, pero el Magistral creyó necesario buscárselos mostrándose frío, seco y dándola a entender que «no lo había hecho por ella». La viuda, sin embargo, insistió en sostener que le debía la vida. ¡Indudablemente! corroboraba doña Petronila, que no sospechaba cómo quería pagar Obdulia aquella vida que decía deber al Magistral.