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Actualizado: 17 de junio de 2025


Ayestarain comprendió al parecer la parte de verdad que había en lo anterior, porque no insistió, y hasta que se fué no volvimos a hablar de aquello. Todo esto está bien. Lo que no lo está tanto es que hace diez minutos acabo de recibir una esquela del médico, así concebida: Amigo Durán: Con todo su bagaje de rencores, nos es indispensable esta noche.

El joven manifestó que no había necesidad; que pasaba por todo lo que ella dijese; que ya lo vería... Sin embargo, la señora insistió y tomando una palmatoria los guió al otro extremo de la casa. Esta es la sala... Grande, ¿no es verdad? Dos balcones... La alcoba. Caben muy bien dos camas... cuanto más una añadió mirando a su hija, que se hizo la distraída cerrando un balcón.

Yo acabo de atrapar un resfriado y no quiero que pase a mayores. Una criada de la hospedería, acompañada de Patón, subió al cuarto de los novios. Llamó en la puerta con los nudillos. ¿Quién va? preguntó el seminarista. Señorito; alguien le espera abajo. Que espere; yo no bajo. La criada insistió.

Carmen, lanzada involuntariamente al terreno de las confidencias, añadió todavía: De Andrés tengo miedo..., y también de Julio.... Salvador estaba consternado; se había puesto de pie con impaciencia, y ella insistió, siempre alarmada: ¿Y qué le diré a doña Rebeca ... de «eso»?... ¿De qué, hija mía? De la boda.... Y todavía la niña se rió, un poco burlona.

Cuando llegó el momento de irnos a cenar, preguntó don Pedro Nolasco muy sorprendido: ¿Pero, cómo?... ¿No cenamos aquí? ¡No señor! respondió mi tío empujándonos hacia la puerta. Pero ¿por qué? insistió aquél erguido sobre el fogón.

Una noche encontró algo nuevo para hacer patente su admiración. ¡Qué poeta! Lubimoff, á pesar de su melancolía, empezó á reir. ¡El presidente Wilson un poeta!... Don Marcos, balbuceando ante la risa de su príncipe, intentó explicarse. No encontraba la palabra exacta para precisar su pensamiento, pero insistió, considerándolo justo.

Clementina la miró con sorpresa: ¿Esas tenemos?... Conque después que has sido la que.... Es que, señora articuló Estefanía poniéndose todo lo colorada que permitía su tez , si ahora le despide, me van los demás a tomar ojeriza. ¿Y a ti qué te importa? La doncella insistió con muchas veras y cada vez con palabras más suplicantes y persuasivas. La señora negó poco tiempo.

Ha de tenerse en cuenta interrumpió Domingo, que mi mujer considera cierta costumbre social, con frecuencia discutida por hombres de talento superior, como un caso de conciencia y un acto obligatorio. Pretende que el hombre no es libre e incurre en culpa cuando no procura labrar la dicha de alguien pudiendo hacerlo. Entonces, ¿nunca se casará usted? insistió la señora de Bray.

Maximiliano no insistió en emplear vocablos muy expresivos. Comprendió que lo ridículo se le venía encima. No dijo más que: «Bueno, seremos amigos... Me contento con eso por hoy. Yo soy un infeliz, quiero decir, soy bueno. Hasta ahora no he querido a ninguna mujer».

No; es exacto y sólo un niño, y un niño pavo, llora porque no le dan un juguete. ¡Un juguete!... ¿Y a qué hora llegamos a Trenque Lauquen? interrumpió Lorenzo. A las cinco; pero tenemos que pasar allí la noche para salir mañana a la madrugada, bien temprano, camino de la «Celia». ¿Y a la estancia? insistió Lorenzo. Si los caminos están buenos, de 5 a 6 de la tarde.

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