United States or South Korea ? Vote for the TOP Country of the Week !


No me había conmovido en lo más mínimo la desesperación de mamá, puesto que yo motivo de aquella estaba en verdad vivo y bien vivo, jugando simplemente en mis ocho años con la emoción, a manera de los grandes que usan de las sorpresas semi-trágicas: ¡el gusto que va a tener cuando me vea! Entretanto, gozaba yo íntimo deleite con el fracaso del padrastrillo.

El padrastrillo, quebrantado a su vez, habló vagamente de desmoronamiento, tierra blanda, prefiriendo para un momento de mayor calma la solución verdadera, mientras la pobre mamá no se percataba de la horrible infección de tabaco que exhalaba su suicida. Abrí al fin los ojos, me sonreí y volví a dormirme, esta vez honrada y profundamente. Tarde ya, el tío Alfonso me despertó.

¿Los ojos de un joven suicida que fumó heroicamente su pipa, expresan acaso desesperado valor? Es posible. De todos modos, el padrastrillo, después de mirarme fijamente, se encogió de hombros, levantando hasta mi cuello la sábana un poco caída. Me parece que mejor haría en ser amigo de este microbio murmuró. Creo lo mismo le respondí. Y me dormí.

Ya hemos hecho las paces. Como de lejos mamá no podía ver su palidez ni la ridícula mueca que él pretendía ser beatífica sonrisa, todo fué bien. ¿No le pegaste, no? insistió aún mamá. No. ¡Si fué una broma! Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma comenzaba a ser la mía para el padrastrillo.

El padrastrillo me vió entonces y se lanzó sobre . ¡Yo no hice nada! grité. ¡Espérate! rugió mi tío, corriendo tras de alrededor de la mesa. ¡Alfonso, déjalo! ¡Después te lo dejaré! ¡Yo no quiero que me toque! ¡Vamos, Alfonso! ¡Pareces una criatura! Esto era lo último que se podía decir al padrastrillo.

El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas partes sus ojos dilatados, y se aproximó al pozo. Trató de mirar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron. Entonces pareció reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo y sus alrededores, comenzó a buscarme.

Con el violento chorro de chispas había bastante, y en su total, todo el éxito estribaba en que nuestro tío, adormilado, no se diera cuenta de la singular rigidez de su cigarrillo. Las cosas se precipitan a veces de tal modo, que no hay tiempo ni aliento para contarlas. Sólo que una siesta el padrastrillo salió como una bomba de su cuarto, encontrando a mamá en el comedor.

María y yo, por de pronto, profesábamos cordialísima antipatía al padrastrillo. Te aseguro decía él a mamá, señalándonos con el mentón que desearía vivir siempre contigo para vigilar a tus hijos. Te van a dar mucho trabajo. ¡Déjalos! respondía mamá cansada. Nosotros no decíamos nada; pero nos mirábamos por encima del plato de sopa.

¡Es un zonzo! Y la inspiración vino bruscamente, y como siempre, a mi hermana, con furibunda risa y marcha triunfal: ¡Tío Alfonso... es un zonzo! ¡Tío Alfonso... es un zonzo! Cuando un rato después tropecé con el padrastrillo, me pareció, por su mirada, que nos había oído. Pero ya habíamos planteado la historia del Cigarro Pateador, epíteto éste a la mayor gloria de la mula Maud.

Un mes más tarde volví a la pipa de caña, pero entonces con muy distinto resultado. Por alguna que otra travesura nuestra, el padrastrillo habíanos ya levantado la voz mucho más duramente de lo que podíamos permitirle mi hermana y yo. Nos quejamos a mamá. ¡Bah!, no hagan caso nos respondió, sin oirnos casi; él es así. ¡Es que nos va a pegar un día! gimoteó María.