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El pobre de la pierna es el que lo pasa regularmente. Porque aquello no duele. Lleva su pierna por delante como si fuera una cosa bonita que el público desea conocer. Hay mucha miseria observó la dama, tomando el tema por otro lado , y los que tenemos qué comer nos quejamos de vicio. Mientras más padezcamos aquí, más gozaremos allá.

Un mes más tarde volví a la pipa de caña, pero entonces con muy distinto resultado. Por alguna que otra travesura nuestra, el padrastrillo habíanos ya levantado la voz mucho más duramente de lo que podíamos permitirle mi hermana y yo. Nos quejamos a mamá. ¡Bah!, no hagan caso nos respondió, sin oirnos casi; él es así. ¡Es que nos va a pegar un día! gimoteó María.

Ciertamente le contesté, porque los hombres como usted venden en París sus ediciones. En París no habrá libros malos que no se lean, ni autores necios que se mueran de hambre. Desengáñese usted: en este país no se lee prosiguió diciendo. Y usted que de eso se queja, señor don Periquito, usted ¿qué lee? le hubiera podido preguntar. Todos nos quejamos de que no se lee, y ninguno leemos.

Lo que hay de enorme continuó Lorenzo es el crecimiento del país... el desarrollo portentoso que ha alcanzado en tan poco tiempo... ¡y en todos los grados de la civilización!... ¡Pensar que aquí estaban las tolderías de los indios, y que hoy no hay en todo el país ni un solo indio salvaje! ¡Y después nos quejamos! interrumpió Melchor. Así es.

No sabemos cómo, acaso no lo conocemos, tal vez nos quejamos, porque no vemos el interior de esta enorme máquina que se llama mundo; pero tenga el lector por cierto que Dios paga siempre estas cosas. Tal vez nos lo paga con monedas que nosotros no sabemos apreciar; pero nos lo paga. Esta verdad es la más evidente y la más necesaria de la vida.

Nos faltaban papeles para embarcarnos en España: teníamos miedo a lo de la quinta... Un viaje de sesenta y cinco días. ¡Y pensar que ahora nos quejamos por si el vapor se atrasa un par de horas! Yo vine en una fragata de Barcelona cargada de vino, hace cuarenta años, y echamos dos meses y medio en el viaje dijo Montaner, el residente en Montevideo.

Cuando nos quejamos de que esto no marcha, y de que la España no progresa, no hacemos más que enunciar una idea relativa: generalizada la proposición de esa suerte, es evidentemente falsa; reducida a sus límites verdaderos, hay un gran fondo de verdad en ella. Así como no notamos el movimiento de la tierra, porque todos vamos envueltos en él, así no echamos de ver tampoco nuestros progresos.

El corazón se entristece, nos quejamos; mas, sin ese sombrío cortinaje, ¿podrían resistir nuestras cabezas los ardores solares del Atlántico? Sin el diluvio de agua que asalta la otra cara del globo, el mar Indico y el mar de Coral, ¿sería posible resistir la fermentación producida por los cráteres de sus encanecidos volcanes?

¡Ea, basta de quejas, puñales, porque si no me pondré á llorar! gritó alegremente el P. Camorra. Nosotros no nos quejamos y no tenemos ni haciendas, ni bancos. ¡Y sepan que mis indios empiezan á regatear los derechos y me andan con tarifas!

He ahí lo que se le reprocha y es precisamente lo que nos encanta, a y a vuestros millares de lectores; he ahí lo que nos acomoda, nos alivia, nos templa y, sobre todo, nos cambia. Cuando se vive en una atmósfera irrespirable y malsana y se nos alcanza un frasco de esencias, no nos quejamos si sentimos demasiado bien, se le respira y se renace.