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Para concertar los chambos y solemnizar las ventas buscábase el amparo de un sombrajo, bajo el cual una mujerona vendía bollos adornados por las moscas ó llenaba pegajosas copas con el contenido de media docena de botellas alineadas sobre una mesa de cinc. Batiste pasó y repasó varias veces entre las bestias, sin hacer caso de los vendedores que le asediaban adivinando su intención.

Irguiose, y sin ser visto ni sentido por la doncella, fue a echarse solo sobre la cama, y a soñar en aquel beso que Beatriz había espantado con su grito, en aquella boca tentadora y terrible que palpitaba y mariposeaba desde entonces por delante de su alma. A la mañana siguiente, a la hora de costumbre, Ramiro encaminose a la calle de Beatriz. Pasó y repasó muchas veces por delante del palacio.

También me encerré en mi tocador en cuanto me levanté de la mesa: igual que el día antes; pero esta vez no fue para estudiar en el espejo afeites ni aliños que me embellecieran, sino para afirmarme en mis ya bien firmes propósitos, dando un repaso mental a lo que me tocaba hacer y decir para cumplimiento de la más delicada e interesante cláusula de mis planes.

De aquí que no se sorprendiera maldita la cosa al observar que mientras un orador de mala facha y peor estilo se desgañitaba echando pestes por la boca, manoteando sobre el banco delantero y tragando vasos de naranjada, entre consulta y repaso a sus apuntes, los poquísimos diputados que quedaban en el salón se entretuviesen en hacer pajaritas de papel, en despachar su correspondencia o en chupar los caramelos del presidente; dulzuras de que provee a este personaje abundosamente el Estado, teniendo en cuenta, quizá, que para soportar la amargura de ciertas horas, no basta un muelle sitial de terciopelo, por muy elevado que se ponga.

Extendió el brazo, y bajó de su sitio un legajo de no grandes dimensiones; lo desató cuidadosamente y repasó los expedientes que contenía, hasta dar con un edicto del Santo Oficio, escrito en recio papel de Génova y encabezado con la consabida fórmula de «Nos los Inquisidores de la Fe contra la herética bravedad etc». Algún tiempo tardé en descifrar su contenido, sacando en conclusión, que el 15 de Agosto del año de 1614, fué denunciado como brujo, ante el Santo Oficio de la Inquisición, el Señor don Joaquín de Herrera Goya, dueño de la «Hacienda de Moler azúcar de San Francisco Xavier, Obispado de la Puebla de los Angeles». El temido tribunal citaba a dicho señor a comparecer ante él, por tan horrible cargo, y, en caso de hallarse culpable, sufrir la pena consiguiente.

Mucho hablar de la República y de los cantones, y el hombre no sirve ni para los oficios más toscos... ¿Qué tal?, ¿me equivoco? ¿Es este el retrato de usted, o no?... Platón no decía nada, y pasó y repasó su hermosa mirada por los ladrillos del piso, como si los quisiera barrer con ella.

He preguntado en seis u ocho fondas; he entrado en los restaurants; me he asomado a los cafés; paso y repaso por casa de Botín; permanezco largos ratos parado en el escaparate de Tournié. Y no lo encuentro. Una vez he creído reconocerlo.

Dirigióse a la calle Piedad: ella sabía que el escritorio estaba al lado de una tienda de juguetes y de una agencia marítima, pero pasó y repasó sin dar con él: miraba las tablillas de las puertas y no veía el nombre de Esteven... Aquí está la juguetería, cerrada; aquí está la agencia, cerrada; ¿será esta? habían sacado las tablillas, pero la puerta no parecía cerrada: empujó, y en la mampara de pino, imitando la caoba, vió una chapa de porcelana con letras negras, que decía: Esteven y Compañía.

Aflige, Leto, aflige... contrista, , señor, verdaderamente; apenas considerarlo, ¡caray! porque si uno sospechara cuando menos... si a la dureza, eso es, del castigo, correspondiera la... vamos, la falta; pero si por más que reflexiono, que repaso la... Hombre, ¿a ti te dice algo la conciencia?... Pero ¡qué te ha decir... supongo yo? ¿Por qué camino andamos hijo y padre... eso es, con esos señores, que no sea llano y descubierto, caray?

Sobre esta carne algo tostada por el sol una fila de perlas extendía sus gotas de luz lunar. Más arriba, en el rostro obscurecido por la intemperie, entreabría la boca sus dos valvas de escarlata con una sonrisa audaz y serena, dejando escapar el reflejo de los dientes, hermosos y agresivos. Ferragut, al mirarla, repasó su pasado, sin encontrar una sola mujer que pudiera compararse con ella.