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Santorcaz opinó que yo debía aceptar el enganche, y yo fuí del mismo dictamen respecto a mi amigo; D.ª María ofreció equiparnos, mudando nuestras ropas por otras nuevas y mejores, y además comprometíase a mantener por algún tiempo a los que ya comenzaban a tener dudas acerca del pan que comerían al llegar a Córdoba.

Algunos cretinos son malísimos: rechinan los dientes, lanzan rugidos feroces, hacen airados ademanes con los torpes brazos, patean el suelo, y si no se lo impidieran, se comerían la carne y se beberían la sangre de quienes los cuidan con abnegación: nada importa esa rabia á los montañeses, buenos y cándidos.

12 Y venido el día, algunos de los judíos se juntaron, e hicieron voto bajo maldición, diciendo que ni comerían ni beberían hasta que hubiesen matado a Pablo. 13 Y eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración;

Si yo hubiera naufragado aquella noche, vosotros también habríais segado mi cabeza, aun cuando no llevase una corona. Se la venderíais a mis hijos y os la pagarían bien. ¡No diga, tal señor! Se la presentaríamos en una fuente de plata cuando estuviesen sentados a la mesa. Y se la comerían como un rico manjar. Don Pedrito diría: ¡Yo quiero la lengua!

Febrer dio por terminada la entrevista, ordenando a Pep y a los suyos que fuesen a su casa. El payés conocía de antiguo a madó Antonia, y la vieja tendría mucho gusto en verle. Comerían con ella lo que tuviese. Ya les vería al anochecer, cuando volviese de Valldemosa. «¡Adiós, Pep! ¡Adiós, atlots

He ido ahorrando algún dinerillo estos meses pasados para los dulces del bautizo, ¿sabes?... Pero le encajaré la cuenta a mamá... ¡vaya si se la encajaré! Y reía a carcajadas. Pero su corazón lloraba, porque sabía muy bien que si esperaba por su madre no se comerían dulces en el bautizo del hijo de sus entrañas. El dinero de la sortija concluyó pronto. Empeñó otra. Tampoco tardó en gastarse.

Afirmaba doña Inés que toda persona que tenía buen paladar reconocía al punto la imitación de Juana, porque carecía del quid divinum que hay en los legítimos, prestándoles tan soberano sabor, que si con grosero y material supuesto pudiésemos imaginar que los querubines, cuando bajan a la tierra con algún mensaje de arriba, tienen el capricho o se allanan a comer algo, sin duda que no comerían otra cosa que los tales bizcochos de yema hechos por las mencionadas monjas.

Acá, nosotros, estamos cargados con la maldición y el castigo que mereció el pecado del primer hombre; pero ¿qué pecado cometieron el Adán y Eva de los burros, para que estos pobres animales tengan la vida mortificada? ¡Eso me pasma! Se comerían la peladura de la manzana dijo Momo con una carcajada como un redoble de bombo. Encontraron entonces a Manuel y a José, que iban de vuelta al convento.

Pensaba en ella con agradecimiento, pero decíase que hubiera sido mejor no conocerla nunca, no haber abierto un libro, pasar del Hospicio al aprendizaje. Ahora sería oficial de albañil; su Feli le llevaría la cesta a la obra, como la llevaba su madre; comerían en una acera, en un paseo, sin otra aspiración que la alegría de satisfacer las necesidades del cuerpo.

No quiero que se nos robe más tiempo. Hubo un silencio solemne. Bonis no vaciló en compararlo al que precede a la tempestad. Por de pronto, era el que trae consigo lo sorprendente, lo inaudito. Comprendía Reyes que estaba allí solo, que los Valcárcel y sus futuros afines los Körner se lo comerían de buen grado. No era que él no estuviera azorado, casi espantado de su audacia; lo estaba.