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Eran las vacaciones, y mi amigo y compañero don Carlos, cerradas ya nuestras tertulias, nos citábamos en tal sitio a cierta hora para ir juntos, y después de girar y vagar otros momentos al rayo de la luna, retirarnos a nuestra posada, a repasar los estudios que tanto nos afanaban y que después tan poco nos valieron.

Vengo huyendo de las tertulias de mi casa, que más que tertulias son un cónclave de clérigos, frailucos y enemigos de la libertad. Allí no se va más que a hablar mal de los periodistas y de los que quieren Constitución. No se juega, Gabriel, ni se baila, ni se refresca, ni se hablan más que sosadas y boberías... De todos modos, es preciso que vengas a mi casa.

Los que ejercen autoridad en los círculos o tertulias de café suelen sentarse en el diván, esto es, de espaldas a la pared, como si presidieran o constituyesen tribunal.

Rafaela, que la había tomado primero por maestra, acabó por tomarla por acompañanta. La sentaba a su mesa, la llevaba consigo a misa, a tiendas y a paseo, ya a pie, ya en coche, y en sus tertulias le encomendaba que sirviese el y que diese conversación a los tertulianos más fastidiosos y ordinarios.

Esta impresión desvanecíase al volver Isidro por la noche a los cafés inmediatos a la Universidad, donde se reunían las alegres tertulias de estudiantes, arrullados por los conciertos de piano y cornetín. La vida es alegre decía sentenciosamente . Hay que dar a la vida un sentido helénico.

A esta mesa solía ir Nicolás Rubín, vestido de seglar como los otros, sirviendo de transición entre aquel círculo y el próximo, donde su hermano estaba. Las dos tertulias vecinas vivían en excelentes relaciones, y a veces se entremezclaban los apreciables sujetos que las componían. A la mesa de los presbíteros seguían dos de escritores, periodistas y autores dramáticos.

Frecuentaba varias tertulias, tomaba café, iba tres veces al año al teatro, paseaba en invierno por el Prado y en verano por la Montaña, y se retiraba á su casa después de conversar un rato con el sereno. La índole de su talento le inclinaba á la contemplación. Leía mucho, deleitándose sobremanera con las novelas sentimentales, que tanta boga tuvieron hace cuarenta años.

En las tertulias del senador pedía noticias al ingeniero de la marcha de sus negocios, interesándose por el desarrollo de aquella fábrica, de la que hablaba con ternuras de padre.

Señores dijo doña Flora la libertad de la imprenta es cosa que ha de darnos muchas jaquecas. ¿No han visto ustedes cómo se atreve <i>El Revisor Político</i> a ocuparse de mis tertulias, y de si van o no van a ellas filósofos y jacobinos? ¿Pues acaso entra en mi casa persona que no sea digna del mayor respeto?

Así encontraremos el hogar propio más agradable que los salones y las tertulias. Fidias, que además de un escultor excelso, era un espíritu filosófico, hizo una vez la estatua de Venus sobre una tortuga, queriendo indicar a las mujeres de su pueblo que debían ser lentas para salir de casa.