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Cuando el tío contestaba que porque era pobre, Lucía afirmaba que la paga de oficial retirado era más que suficiente; que además la chacha Ramoncica estaba poderosísima con lo que había ahorrado, é iba á dejarle por heredero, y que, por último, podía casarse con una rica.

En cambio, se cuentan aún en Villabermeja los grandes apuros en que estuvo aquella noche la chacha Ramoncica cuando volvió á su casa, cavilando qué sería lo que su sobrino le había pedido para el festín, y que ella ansiaba que le sirviesen, á fin de darle gusto en todo. El vocablo, para ella inaudito, con que su sobrino había significado la cosa que deseaba, casi se le había borrado de la mente.

Su caridad se extendía hasta los animales. Desde la edad de veinticuatro años, en que la chacha Ramoncica se quedó huérfana y vivía en casa propia, sola, le hacían compañía media docena de gatos, dos ó tres perros y un grajo, que poseía varias habilidades. Tenía asimismo Ramoncica un palomar lleno de palomos, y un corral poblado de pavos, patos, gallinas y conejos.

Espero que la chacha no habrá imaginado nada que esté mal; pero en todo caso, el fin justifica los medios, y el fin que yo me propongo no puede ser mejor. Allá veremos lo que sucede. 17 de Abril. Mi querido y respetado maestro: Acudí a la cita. La pícara de la chacha cumplió lo prometido. Abrió la puerta de la calle con mucho tiento y entré en la casa.

En esta situación me hallo, mas no desisto ni pierdo la esperanza. La chacha Ramoncica es muy ladina y tiene grandísimo empeño en fastidiar a doña Juana. En la chacha Ramoncica confío. 15 de Abril. Mi querido y respetado maestro: La chacha Ramoncica es el mismo demonio, aunque, para , benéfico y socorrido. No cómo se las ha compuesto.

Y más agradecida ha quedado a Isabelita, que por el mismo motivo se sacrifica también, a pesar de lo enamorada que está de D. Ambrosio. No he de negar yo, mi querido maestro, que la tramoya de que se ha valido la chacha Ramoncica tiene mucho de censurable; pero tiene una ventaja grandísima.

El resto de su vida le pasó recordando al cadete, permaneciendo fiel á su memoria y llorándole á veces. Cuanto había de amor en su alma fué consumiéndose en devociones y transformándose en cariño por el sobrino Fadriquito, el cual tenía tres años cuando supo la chacha Victoria la muerte de su perpetuo y único novio.

Hubo entonces un momento terrible: una despedida desgarradora. El cadete, teniente ya, se fué á la guerra de Italia. Desde allí venían las cartas muy de tarde en tarde. Al cabo cesaron del todo. La chacha Victoria se llenó de presentimientos melancólicos.

Calle V., tío... ¿Cómo quiere V. hacerme creer que no conoce á la hija de su amigo el tío Gorico? Pues digo por tercera vez que no la conozco. Entonces, ¿qué hay que ver en Villabermeja? ¿Ha estado V. para visitar á la chacha Ramoncica? El Comendador tuvo que responder francamente. No la he visitado. Vamos, ya caigo. ¡Qué bueno es V.!

Don Diego andaba siempre en el campo, de caza ó atendiendo á las labores. Sus dos hijos, D. José y D. Fadrique, quedaban al cuidado de la chacha Victoria y del P. Jacinto, fraile dominico, que pasaba por muy docto en el lugar, y que les sirvió de ayo, enseñándoles las primeras letras y el latín.